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━━━━━━━━━━━━ CAPÍTULO DIECISIETE LITTLE PINK PROBLEM ━━━━━━━━━━━━
EL CALOR DEL sol abrazaba a los felices habitantes del bello Seabrooke sin tener idea de la tormenta que se avecinaba y pisaba sus talones.
Su cabeza no dejaba de dar vueltas, sobre todo cuando se trataba de cierto moreno con mechón blanco. Suspiró ya sin preocuparse como este saliera.
La confianza para ella era como un deber y por supuesto su arrogancia un beneficio pero la ansiedad que le causaba toda la situación era como una ráfaga fría que le calaba hasta los huesos. Siempre fue alguien que sintiera los límites pese a que estos resultaran atrayentes sabía que nada bueno traería cruzarlos, pero con Wyatt se sentía intoxicada de la mejor manera, algo exuberante que lograba hacerla sonrojar. Cosas tan simples como su hablar y caminar la hacían tener ese hormigueo en sus rodillas y lo peor del caso es que ya lo había aceptado y estaba disfrutando de la sensación.
Ni siquiera podía prestar atención a los garabatos escritos en las hojas de su cuaderno y mucho menos en el palabrerío que soltaba el profesor de física frente a la pizarra.
Era algo nuevo que se dejaba llevar y aventurar. Un chico con un interesante sentido de la moda, algo torpe pero igual tierno, un animal que no sabría si podía manejar, nada su estilo y completamente fuera de su zona de confort, pero la forma en la que la miraba y como sus ojos veían directo en su alma, perdía su propio autocontrol, simplemente ya no lo podía dejar ir.
Y sus nuevos sentimientos solo se podían sentir más pesados cada que Vlad la llamaba para cuestionarle sobre el plan y no podía mentirle, iba excelente, ya tenía la mayoría de información que necesitaba para destruirlos, más seguía reacia a la idea, ya no quería seguir contribuyendo a aquello.
Además seguía preocupada por lo que había platicado con Vanessa, no solo la tendría ahí quien sabe cuándo, sino que estaba comenzando a perder sus poderes y regresando a su humanidad, pero esto solo cuando estaba con Wyatt, y últimamente no se han separado mucho y temía que estuviera haciendo efecto, eso si es que el provocaba aquel extraño hecho. Odiaba esa sensación de desearlo tan cerca pero a la vez quererlo fuera de su vida.
Siguió tan absorta en sus pensamientos que apenas noto que el profesor la llamaba hasta que Arnold, un chico rubio de rulos y pecas que apenas y podía mantener la cabeza erguida por lo pesado de los armazones de sus lentes la codeó levemente regresando a la realidad.
El maestro al notar su falta de atención Nicolette apenas y pudo notar como en la cara gorda y arrugada del maestro aparecía una minúscula sonrisa maliciosa haciéndola fruncir levemente el ceño de manera que nadie se percató de ello.
— ¿Y, entonces? — La pelinegra enmarcó una de sus cejas — La respuesta, Nicolette.
— Ahm... — Dudo mientras analizaba el problema en el pizarrón haciendo cálculos mentales lo más pronto posible cuando al ver lo números recordó que era la misma pregunta que tenía ya en sus apuntes. Hojeó velozmente su cuaderno finalmente encontrándolo — La energía requerida para dar vida a un electrón es de... mil sesenta y uno por menos diez.
