Aún recuerdo mi primera vez, tenía tres años y fue con la moto de mi hermano, una de esas de plástico que se mueven mediante una batería. Mis amigos estaban locos por usarla cada vez que venían a casa, yo estaba loca por saber qué había dentro, así que la desmonté y la volví a montar. Ahora, muchos años después, nunca hubiese imaginado que consiguiendo mi trabajo soñado encontraría algo a lo que hacía tiempo había renunciado. Es verdad que a eso que llaman serendipity, existe.
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