❝ Dear boy of the stars ¡! Chanlix

❝ 7 ¡!

Una mochila era azotada contra una de las paredes cayendo de golpe en la esquina de la habitación. Arrastrando los pies un pequeño pecoso avanzaba hasta su cama para dejarse caer de golpe boca abajo.

Un suspiro fue el único sonido que lleno la solitaria casa, alertando a la nada, la frustración presente en el único ser viviente que se hallaba en ella.

Girando sobre si mismo, el de plateados cabellos, quedo mirando fijamente al techo un par de minutos antes de cubrirse los ojos con el antebrazo y soltar el primer sollozo.

Estaba cansado, agotado de intentar ocultar toda preocupación detrás de mil y una sonrisas, cansado de recibir halagos imposibles de creer, harto de verse en el espejo y estar a punto de llorar por su apariencia cada mañana. Su mente cargaba día a día con inseguridades del pasado, pero sorprendentemente las lagrimas en esta ocasión no se debían directamente a ello.

No sabía explicar la angustia que le causaba el que luego de mucho tiempo, hubiera tenido la oportunidad de sonreír genuinamente, por algo tan simple, como lo era la nota de su desconocido admirador. Una nota que fue capaz de  transportarlo al cielo entre la suavidad de las nubes, pero dejándolo caer en picada al notar como había llegado al punto que solo ese tipo de sensaciones le confirmaran que seguía vivo.

Felix sabia que realmente todas sus inseguridades no eran más que secuelas de un pasado que se justificaba en lo infantil, pues en el presente recibía constantes halagos, tanto por su personalidad, como por su físico.

En la actualidad las palabras que con las que lo definían, eran un montón de adjetivos positivos, como amable, dulce  agradable...bonito. Aún así los constantes recuerdos de ser tachado de asqueroso, horrible y repudiable, no eran tan fáciles de borrar en tan sólo un par de años.

Había pensado tantas veces en buscar ayuda, tantas veces que quiso hablar con alguien que pudiera sacarlo de ese circulo vicioso, tantas veces en las que el miedo y la vergüenza lo vencieron para terminar no haciendo nada al respecto y arrepintiéndose más tarde de su cobardía.

Tenía claro se encontraba solo en la prisión de su cabeza, solo con sus pensamientos y los recuerdos de aquellas voces que quería callar. También sabía que debía hacer algo para cambiarlo, pero le sofocaba el pensar en el preciso momento en que todo se transformo en oscuridad cuando mucha otra gente tenía mejores razones para estar así.

La soledad era testigo de tantas cosas de las que muchos nunca se enterarían y en aquel momento presenciaba burlona como el cuerpo del chico en la habitación temblaba incapaz de levantarse. Observaba de cerca como sus lagrimas mojaban la almohada, y se reía de como sus pequeñas manos se esforzaban por alcanzar algo en la mesita de noche.

Mordiendo su labio inferior, dañándolo en el proceso, el pecoso se inclinaba para finalmente tomar un sobre que reposaba en la parte superior del cajón a su lado. Abriéndolo entre temblores, deslizó de él, con sumo cuidado, la carta que había recibido el día anterior.

Sus iris viajaban una y otra vez por las líneas plasmadas en el papel, aún sin creer que todo lo escrito allí era para él. Y es que jamás se le paso por la cabeza que alguien se fijaría en su persona, y menos que fuera tan especial como para recibir detalles tan lindos y únicos.

"Chico de las estrellas"

Era un apodo tan significativo si lo analizaba, y seguía sin explicarse ¿Quién podría ser tan dulce como para llamarlo así?

Sus lagrimas habían cesado de un momento a otro, su labio ya no estaba apresado entre sus dientes, y su cuerpo se había relajado al punto de obligarlo a cerrar los ojos lentamente.

Los brazos de morfeo le daban la bienvenida al mundo de los sueños, mientras en el mundo real, un chico sonreía ligeramente con una carta apoyada en el pecho.

Los cuchicheos en el salón eran de todo menos disimulados cuando el maestro lo presentó ante sus nuevos compañeros.

Sentía la emoción común en un pequeño por conocer nuevas personas, por crear nuevas amistades, significaba para él una nueva aventura, que tenía ganas de experimentar con toda la felicidad que pudiera existir en su pequeño ser.

"Es chino ¿Cómo vamos a hablarle?" "¿Viste sus pecas? Dios, que feo que es." "No se te hace que es medio... raro."

Fueron lo sutiles comentarios que lo recibieron cuando caminaba al lugar que le había sido otorgado.

"Parece tener bichos en su cara, iugh" "¿Nadie le ha dicho que no estamos en su país?"

Y es que los adultos pueden pensar que dichas conversaciones entre niños de 10 años, sólo se trataban de inocencia, pero para quien debe recibirlas desde tan corta edad, era el pequeño primer paso a una autoestima deteriorándose. 

Entre comentario y comentario "inocente" pasaron los años, y los 10 años que tenían todos esos niños, ahora se trataban de 14, una edad primordial para el desarrollo de la personalidad y la admirada y ansiada, autoestima.

Ya eran cuatro años donde las burlas por su apariencia no solo se trataban de sus ojos o pecas, sino del color de su piel, su estatura o su peso, sumándole el hecho de que nadie en el establecimiento se acercaba a él por miedo de convertirse en un nuevo objetivo para los agresores.

Lamentablemente un tiempo más tarde, las burlas ya no se limitaban sólo a los idiotas de su salón, sino que alumnos de otros grados, hablaban en los pasillos sobre él.

¿Qué les había hecho? Seriamente no lo entendía, pues su sola existencia parecía ser suficiente razón para ser tachado de cualquier cosa desagradable.

Hoy a sus 17 años, agradecía profundamente jamás haber sido agredido físicamente, pero muchas veces las palabras dolían más que los golpes, sólo... eran mas fáciles de disimular en casa.

¿Cómo están? ¿Tomaron agüita?

Espero les haya gustado, si encuentran algún error ortográfico, por favor, señálenme donde esta, ya que estaré corrigiendo todo prolijamente de esta forma.

gracias por leer ¡!

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