3. Un campo de minas, un perro sucio y la matanza de San Valentín.

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UN CAMPO DE MINAS (Cong, Febrero 2027)

Aitana no se ha imaginado demasiadas veces un reencuento con Luis Cepeda a lo largo de los años. 

Al principio porque estaba demasiado enfadada y luego avergonzada. Después, cuando Jon entró en su vida de dijo que había llegado el momento de dejar el pasado en el pasado. 

En la medida de lo posible, de lo contrario no estaría en la puerta de los Cepeda en esa mañana de Febrero. 

Pero si alguna vez lo ha pensado, aunque fuera en un momento  de debilidad pasajero, desde luego el resultado no tenía nada que ver con el escenario que se encuentra ahora. 

El hombre de la puerta tiene el pelo demasiado largo, también tiene algo pegajoso en una barba de varios días y una criatura que grita desesperada en sus brazos. 

Solo por eso es capaz de soltar el aire que llevaba conteniendo en el recorrido desde la carretera hasta la puerta blanca de la casa. 

Se ha pasado diez minutos en el coche respirando en una bolsa de papel para intentar controlar su ansiedad. 

Antes de eso ha dado diez vueltas a la casa, escuchando a su gps regañarla por tomar la dirección equivocada, hasta reunir el valor suficiente para aparcar. 

Así que ahora es un verderdo alivio que el Luis Cepeda que tiene delante no sea el hombre atractivo, compuesto y seguro de si mismo que recuerda sino...esto. 

De entre sus piernas entreabiertas se asoma una cabeza cubierta de cabellos rojos que la mira con hostilidad. 

- ¿Quién eres?

Demasiado sorprendida por el escenario, el tono directo de la niña la pilla por sorpresa y no puede hacer otra cosa que contestar.  

- Aitana. 

La parte de la niña la sabía. Hacía un par de años había ojeado en la consulta del dentista un reportaje de esos en los que rebuscaban en la basura de los que una vez habían sido famosos. 

Excepto que ese no era el caso para Luis Cepeda.  

No había basura, ni miserias y sí una mujer pelirroja de metro setenta y cinco a su lado y una niña con el mismo color de pelo en sus brazos. 

Solo la pierna de la pelirroja era más alta que la propia Aitana que había observado las fotografías con ojo crítico intentando encontrar algún defecto evidente en aquella idílica estampa familiar. 

Excepto que los cabrones parecían un puñetero anuncio de Abercrombie & Fitch con sus estúpidas camisas de leñadores a juego viviendo en algun lugar donde no debía siquiera llegar la luz eléctrica. 

Lo del niño más pequeño, ese que pone banda sonora de gritos a la escena, no lo había sabido antes de llamar a la puerta. 

- ¿Aitana?- Luis repite su nombre con tono incrédulo

La niña acaba de salir del todo de entre las piernas de su padre, amenazando con hacerle perder el equilibrio y se pone frente a él a modo de barrera. 

El cabello pelirrojo le llega hasta la mitad de la espalda y los ojos son de un verde casi transparente de tan claro que es. 

Su aspecto podría parecer ridículo con un vestido de verano y unas katiuskas amarillas, pero cuando se cruza de brazos frente a ella, sin pestañear siquiera consigue resultar amenazante.

- No te conozco- le informa levantando el cuello para mirarla bien- y los desconocidos no pueden entrar en casa, ¿verdad papá?

Pero Luis, aparentemente aún no se ha recuperado del impacto inicial y ni siquiera mira a la niña. 

En las pequeñas cosasWhere stories live. Discover now