17. Epifanía, Bajo la lluvia y Bailes en el parque.

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EPIFANÍA (Hotel Westbury, Febrero 2027)

Una vuelta. 

Otra. 

Otra más. 

Aitana ahueca la almohada, prueba a tumbarse de un lado y después del otro. 

Se levanta y pasea de un lado al otro de la habitación. Intenta sin éxito abrir la ventana. 

El hotel está rodeado por varias calles peatonales a las que solamente tienen acceso los vehículos de transporte, así que no hay ruído de tráfico o de gente. Muy de cuando en cuando, un grupo de jovenes que vuelve de la zona de los bares, atraviesa Graffton Street entre risas que llegan amortiguadas hasta ella. 

Apoya la frente en el cristal intentando sin éxito refrescarse. 

Quiere y no quiere pensar en la conversación con Luis de hace un rato. 

Aunque eso no es del todo verdad. 

No quiere pensar en ello, porque hacerlo le obligaría a examinar los motivos para cada una de sus acciones de los últimos cinco años. 

Pero no puede evitarlo. Le quema la frente en el punto exacto en el que le ha dado un beso. 

Si Luis se hubiera comportado como lo hizo hace unas cuantas noches en el hotel de su habitación de Cong, podría haberse enfadado con él. 

Pero el muy gilipollas tenía que ir y darle un beso en la frente. 

En la frente por la virgen santísima. 

En la puta frente. 

Levanta el dedo índice y el corazón y posa las yemas de los dedos sobre el punto exacto. 

No sabe muy bien sin intenta borrar el recuerdo o conservarlo. 

Su cerebro va de aquella noche en las Vegas hasta esa misma noche en esta habitación con tanta velocidad que siente que empieza a marearse. 

Intenta recordar exactamente como se sentía entonces. No después, cuando supo que Luis estaba con Muriel sino un poco antes, cuando se despertó en la cama de su hotel con la piel todavía sensible por el sexo. 

No es fácil ser objetivo con lo que recuerda como la noche más increible de su vida. 

Pero intenta observarlo con frialdad e intuye que probablemente el arrepentimiento habría llegado pronto si Luis hubiera estado allí aquella mañana. 

Pronto le habrían seguido los reproches. 

A pesar de las locuras de una noche en una ciudad anónima, no puede negar que aquella Aitana tenía demasiado miedo a perderlo todo. Habría sido más fácil fingir, una vez, más que no había posibilidad de nada real entre ella y Luis. 

Camina de nuevo, esta vez hasta el baño y abre el grifo del agua fría. Se moja las muñecas, la nuca y también las mejillas. 

Su mente, traicionera, evita borrar la marca del beso, aunque solo exista en su imaginación. 

Aquel día se sintió humillada. A pesar de todo sintió que no era más que otra muesca en el poste de la cama del Luis Cepeda. 

Aquella Aitana creía que el mundo debía estar a sus pies, así que su venganza fue asegurarse de no ser alguien demasiado fácil de olvidar y descartar. 

Por eso se encargó de darle validez legal al matrimonio. 

Era más joven, más estúpida y mucho más egoísta. 

En las pequeñas cosasWhere stories live. Discover now