10. Confesión, Pollo frito en góndola y Penitencia.

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CONFESIÓN (Cong, Febrero 2027)

Cuando está en el piso de Madrid, a Aitana le gusta quedarse en la cama un rato cuando se despierta. 

Hay días en los que encuentra a Jon dormido a su lado. Supone que en algún momento de la noche se ha arrastrado hasta allí sin fuerzas para nada que no sea dormir después de encadenar varias guardias. 

Otros días, sus favoritos, se despierta justo cuando el vuelve del hospital. Escucha la llave en la puerta primero y sobre el cuenco de cerámica de la entrada después. Le escucha en la cocina preparando cafe y tostadas. 

Esos días se entretiene en reconocer con los ojos cerrados cada sonido y olor. El gorjeo del café al subir en la cafetera italiana, acompañado por el olor que cruza el pasillo hasta la cama. El pan saltando en la tostadora y, si agudiza el oido, hasta el sonido del cuchillo untando la mantequilla. 

Puede calcular ya que Jon es un hombre de tiempos medidos y costumbres fijas, el tiempo que tardará en escuchar sus pisadas acercándose a la habitación. Con un café con leche, las tostadas y, si la frutería del barrio ya está abierta, un plato de fresas que acabará de comprar.

Cuando se despierta por la mañana en Cong, después del enfrentamiento con Luis de la noche anterior, Aitana añora esos sonidos y olores con tanta fuerza que le produce un dolor casi físico.

Con la cabeza aún escondida debajo del edredrón estira el brazo hasta la mesilla, coge su teléfono y marca sin darse tiempo a pensarlo. 

Jon responde al segundo tono de llamada. 

A Aitana le basta con escuchar su voz, suave y firme para empezar a llorar. 

Él se limita a escuchar sus hipidos durante tres largos minutos sin hacer una sola pregunta. 

- Cuéntame. 

Quizás sea una técnicas que les enseñen en la facultad de Medicina. Esa capacidad de mantenerse en calma cuando la persona que tienes enfrente pierde los nervios de una forma tan espectacular como lo está haciendo Aitana en ese momento. 

- Solo necesitaba escuchar tu voz.

Jon es un hombre paciente pero de idiota no tiene un pelo. 

Aitana cierra los ojos y en su mente le ve cruzar el pasillo de la cocina al salón. Sabe que se sentará en la mecedora que ella se encontró en un mercadillo y se empeñó en restaurar a pesar de que no tenía la menor idea de como hacerlo. 

Cuando la vio, mitad verde, mitad madera carcomida, Jon declaró que era la mejor mecedora del mundo y que nunca se sentaría en otro lugar . 

Recupera esos sonidos que tanto añora a través del teléfono e imagina los olores. 

- Oye, has estado así desde que te pedí que nos casáramos...

Aitana se muerde la lengua. Quiere contarle la verdad a Jon. 

Lo necesita. 

Hay una parte de ella que tiene miedo de su reacción, aunque sabe que la perdonará. 

Sin embargo, hay otra parte, diminuta, traicionera, esa que hace unas horas deseó que Luis no se detuviese que de lo que tiene miedo es de si misma. 

- Sé que siempre dijimos que no nos casaríamos- le escucha suspirar- quizás lo haya estropeado todo. 

- ¡Jon no!. Es solo...

 Le interrumpe. Si hay algo que no soporta, ni por un solo instante, es que Jon se sienta responsable de todo este desastre.

No sabe como continuar. 

En las pequeñas cosasWhere stories live. Discover now