18. Un autobus de dos pisos, Respirarte y Temple Bar

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UN AUTOBUS DE DOS PISOS (Dublin, Febrero 2022)

Al salir del parque, Oscar que hasta ese momento ha sido una bola de energía, muestra los primeros signos de cansancio y pide a su padre que lo lleve en brazos. 

Olivia señala entusiasmada un autobus verde de dos pisos en la acera de enfrente.  Es uno de esos autobuses turísticos que permiten a los pasajeros subirse y bajarse cuantas veces quieran y dado que una de las paradas es, precisamente, la oficina de correos de O'Connell Street, a los adultos les parece una buena idea. 

A pesar de los tímidos intentos del sol por ganarle la partida a las nubes, es un día típicamente gris de Dublin y apenas hay turistas en el piso superior del autobus, así que no tienen problema para encontrar asientos.  Oscar busca el regazo de su padre, más que dispuesto a dormir una siesta y Olivia se sienta junto a él demasiado emocionada por la experiencia para descansar. 

Aitana ocupa un asiento al otro lado del pasillo.  Necesita, de una manera que no puede explicar, poner algo de distancia entre los Cepeda y ella misma. 

Agradece la brisa suave que le acaricia el rostro y también el parloteo incesante de Olivia sobre cada detalle que le sorprende del recorrido para no tener que mantener una conversación. 

Pero poco a poco, también el cansancio acumulado hace mella en Oli y se apoya en el costado de su padre. No llega a cerrar los ojos pero poco le falta. 

Aitana observa la estampa familiar. Oscar lleva un rato con los rizos oscuros escondidos en la chaqueta de Luis, con una mano sujetando con fuerza un trozo del tejido para asegurarse de que aún está ahí. El cabello rojo de Olivia y sus ojos esmeralda, que apenas asoman entre los párpados entrecerrados la convierten, rodeada de los asientos verdes del autobús en la misma encarnación de las criaturas magicas de Irlanda. Sin darse cuenta, Luis enreda el dedo índice en un mechón de cabello de su hija y lo acaricia suavemente. 

Aprovecha también para mirarle a él con detenimiento. Ahora que la negra sombra que parecía envolverle se ha disuelto un poco, no del todo,  se da cuenta de que los años no le han tratado tan mal. 

Le viene a la mente la imagen del primer día, despeinado y con barba de demasiados días, lleno de comida de Oscar en la cara y la camisa y con Olivia asomando entre sus piernas.  Y, sobre todo, la mirada de sufrimiento. 

Ahora no está mucho mejor peinado, que no están los tiempos para pedir milagros, pero al menos su barba está mejor recortada y parece más relajado junto a los niños. Aitana se ha dado cuenta de que mientras caminan por la calle atrae una cantidad considerable de atención. 

No es tan vanidosa como para pensar que eso sea obra suya, pero está claro que su presencia ha actuado como algun tipo de revulsivo para despertarle del mal sueño en el que llevaba sumido tantos meses.

Pero después todo no se ha pasado varios años en terapia para no darse cuenta del peligro que supone dejarse llevar por la corriente. 

Ella tiene su vida, muy lejos de aquí y no pertenece a ese lugar, ni a esa gente. 

Aunque es consciente de que eso es lo lógico y lo racional, sin pedir permiso, las lágrimas trepan desde el nudo de su garganta y asoman por su ojos. Aparta la mirada rápidamente sintiéndose ridícula. 

Luis, por supuesto, porque pase el tiempo que pase sigue siendo Luis Cepeda, se da cuenta del cambio en ella. 

- ¿Todo bien?

Aitana se asegura de que Olivia está distraída antes de contestar. 

- Supongo- se revuelve el pelo para distraer la atención de sus ojos brillantes por las lágrimas- es raro haber hablado por fin de aquel día y de lo que pasó después. 

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