16. Graffton Street, El piso 33 y Dublin

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GRAFFTON STREET (Hotel Westbury, Febrero 2027)

A lo largo de unos cuantos años viajando por el mundo Aitana ha descubierto que, contra todo pronóstico, cuando más caro es el hotel, es menos probable que te juzguen sin entras en un estado lamentable. 

Así que se da cuenta de la estampa que deben presentar cuando incluso el personal de recepción del Westbury, cinco estrellas, en pleno Graffton Street, les mira con desconfianza cuando atraviesan la puerta. 

Olivia aún no se ha repuesto de todo de la vomitona y gimotea en brazos de su padre que aún está algo verde también, Oscar no tiene más remedio que seguir en brazos de Aitana y decide que ese, en público, es un momento inmejorable para gritar a pleno pulmón como si acabaran de secuestrarle.  Aitana por suparte está despeinada y sudada después de haber conducido por una ciudad desconocida con Luis encogiéndose de miedo cada vez que hacía un giro y pisando un pedal de freno imaginario entre arcadas. 

Así que no pueden juzgar a las tres personas que les contempla horrorizados desde detrás del mostrador. 

En seguida se recuperan, que para eso ofrecen habitaciones a seiscientos euros la noche y la suya, la que Aitana ha reservado esa misma mañana antes de salir de Cong, ya está pagada. 

No solo se recuperan, sino que tramitan la reserva de una habitación anexa a la de ella, a pesar de que Aitana insiste, mucho, en que no es necesario, se ofrecen a recoger toda la ropa manchada y devolvérsela limpia y seca en una hora. 

Una vez en la suite, Olivia demuestra la capacidad de recuperación de los niños, saltando de una de las camas a la otra completamente desnuda una vez el último rastro de fresa sale de su organismo y Luis demuestra que ya no es tan joven, desplomándose sobre la otra cama, con el rostro solo un poco menos macilento mientras Oscar le salta encima. 

Aitana observa la escena desde el quicio de la puerta, sin acabar de decidir si debe entrar y formar parte del espectáculo circense o volver a su habitación y poner una más que necesaria barrera entre esa gente y su vida. 

No se le escapa lo que parecieron al entar en el hotel o durante el festival de vómito de hace un rato. Incluso antes, compartiendo sonrisas cómplices y poniendo los ojos en blanco mientras Baby Shark sonaba por enésima vez en la radio. 

Una familia. Parecían una familia. 

Justo lo que no son y no serán jamás.

Pero, por otra parte, le gusta pensar que desde la conversación en Cong, la tarde que ella cuidó de los niños, Luis parece haberse quitado un peso de encima y eso alivia un poco la culpa de Aitana por todo el desastre que ha creado con sus mentiras. 

Quizas, porque como solía decir su madre, todo lo que sucede conviene, ella tenía que reaparecer en la vida de Luis justo en ese momento para ayudarle a sanar, aunque solo fuera un poquito. 

La triple mortal de Olivia, peligosamente cerca de la mesilla de noche, le ayuda a acabar de decidirse y entra en la habitación de los Cepeda. 

Por puro instinto, saca una botella de agua del minibar y se la tiende a Luis con un paracetamol que tenía guardado en su bolso. Saca una camiseta de su maleta y se la pone a Olivia a modo de camisón, aunque le llega hasta los pies y la planta delante de la televisión para evitar nuevas acrobacias. 

Después llama al servicio de habitaciones y guiándose por los gemidos lastimeros de conformidad de Luis, encarga una comida aceptable para todos ellos. 

Insiste tres veces en que nada de fresas en la comida. 

Espera que la persona que le atiende piense que tiene problemas con el lenguaje y no que es completamente idiota por insistir tanto en que no pongan fresas en las hamburguesas con patatas fritas. 

En las pequeñas cosasWhere stories live. Discover now