Capitulo catorce parte 2: Por ti

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Li ocupó la silla directamente frente a Yibo, cruzando sus piernas para balancear un tobillo encima de su rodilla, con cuidado de no estropear el pliegue de sus pantalones grises.

—¿Qué... qué esta haciendo aquí? Los del FBI dijeron que no podían lograr que viniera al país.

Li se rió. –Voy a donde quiera, deberías saberlo. El FBI no me asusta. —Apuntó a Yibo con su cigarrillo apagado—. Tenía que venir. El cargamento grande llegó esta semana y tú no estabas disponible para verificarlo. Me dejaste... como es que dicen, —giro su cigarrillo formando un circulo pequeño— en apuros. Y tenía que asegurarme que éste no fallaba en el trabajo por tercera vez.

Los dos voltearon las cabezas hacia el sonido metálico en la mesa donde Cho depositaba sus pinzas y prueba de que perro viejo puede aprender nuevos trucos, un grupo de nudilleras brillantes, todo lo que hacía que la pistola de Seungyeon se viera benigna en comparación.

—Yibo —dijo Li con suavidad, ganándose su atención nuevamente—. Desearía que no hubiéramos llegado a esto.

—Yo también, —susurró. ¿Porqué el tener a Li sentado frente a él lo hacía más difícil? Sería más fácil si terminara en una llamarada de ira, siendo los ojos de Seungyeon el único enfoque de su rabia. Pero los sentimientos de Yibo por Li eran demasiado complicados para una emoción tan sencilla. La furia se cocinaba en una olla con el respeto y el miedo y la humillante, ardiente necesidad de ser amado. La presencia de Li lo hacía sentirse débil cuando necesitaba desesperadamente ser fuerte, lo hacia querer buscar perdón y que se le concediera la absolución sin entender exactamente la naturaleza de su pecado.

—Lo siento, —dijo—. Nunca quise testificar en su contra.

—Pero ibas a hacerlo.

—Me amenazaron. No creí tener ninguna opción.

—Siempre hay una opción.

—Si, las hay. —Yibo pensó en Zhan, respirando libertad y afuera en el mundo. Algunas elecciones valían la pena cualquiera que fuera el precio que la vida demandara.

—Siempre me agradaste. —dijo Li—. Entiendo que el sentimiento probablemente no sea mutuo —destelló su risa de hielo— pero quería que lo supieras.

Yibo asistió y Li asistió de regreso. —Terminemos con esto, —dijo. Seungyeon dió un paso al frente, bloqueando a Li. Tenia las pinzas en la mano—. Cuando usé estas en tu esposa, gritó como una gata en celo. Veamos cómo te va a ti, Yibo.

Yibo desvió los ojos hacía el techo. Recordó como se veía Zhan el día que se conocieron, tan duro e intocable en la sala de interrogantes... cuan asustado se vio cuando Yibo lo besó, sus labios cálidos y suaves... cómo Zhan no había dudado cuando fue a sus brazos el día que nevaba en el apartamento... como desde el comienzo fue más que sexo para los dos. Recordó que Zhan estaba con vida. Y el final no llegaría rápido. Pero llegaría.

Cuarenta y seis minutos. Esa era la ventaja que le llevaba Seungyeon. Zhan trató de no pensar en cuanto daño podría ser hecho sobre el cuerpo de un ser humano en esa cantidad de tiempo. Quizá discutieran primero. Quizá le había llevado más tiempo a Cho empezar. Quizá...

Si, Zhan, y quizá estén jugando póquer y tomando cerveza. ¡Encuéntralo!

Manejó a lo largo y ancho de todo el Paseo, deteniéndose enfrente de cada casa abandonada, torciendo el cuello por un vistazo del Accord negro. Ignoró los llamados a su celular, cada pizca de su atención enfocada en la búsqueda, en encontrar. Aparcó el auto cerca de la acera, sus manos temblando contra el volante.

Tonos Grises (ZhanYi- Yizhan)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu