Capitulo quince parte 2: Tú por mi

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El cuerpo entero de Yibo era dolor, una agonía tan fuerte que podía olerla en su piel, sentirla pulsando detrás de los parpados cerrados. Cada pocas horas, nunca las suficientes, una enfermera llegaba con drogas que eran succionadas con avidez por sus venas hambrientas. Lo mantenían volando por debajo del dolor por un tiempo, pero demasiado pronto volvía a estrellarse contra el techo de dolor, gimiendo en la habitación vacía.

Sus únicos visitantes eran Colin y un agente grande y forzudo con ojos azules como piedras. Yibo no parecía ser capaz de retener el nombre del sujeto en su cabeza. Le hacían pregunta tras pregunta, aunque el doctor solo los dejaba quedarse una hora cada vez, dos veces al día. La voz de Colin siempre era baja y relajante, los ojos llenos de disculpas que nunca dijo en voz alta. El otro estaba enojado; Yibo lo podía decir por la manera en que sus manos seguían cerrándose en puños con los que le gustaría golpearlo, y probablemente lo haría si pensara que se saldría con la suya.

Yibo les dijo que no recordaba nada después que Seungyeon le sacó la primera uña. Dijo que él y Seungyeon estaban solos en la casa. Sin importar cuantas veces le preguntaran, su respuesta siempre era la misma: no recuerdo. Pero si recordaba la mayor parte de ello, al menos hasta que le dispararon. Podía ver los ojos oscuros y brillantes de Li, todavía podía saborear el sabor a sangre cuando se mordió la lengua hasta atravesársela, mientras Seungyeon le arrancaba la segunda uña. Recordaba levantar la vista, mareado y confundido, hacia el rostro de Zhan sin sentir dicha, solo pena porque la única cosa que había tratado de hacer en su vida, salvar a Zhan, no funcionó. Zhan estuvo allí, en peligro, y Yibo falló otra vez.

Yibo se sentía a carne viva por dentro y fuera. Sabía que debía estar aliviado por como había terminado todo, pero parecía ser incapaz de superar la culpa y el miedo. Entendía lo que Zhan hizo por él. No podía imaginarse escenario alguno en el que Li saliera de esa cocina sin el consentimiento de Zhan. Cada día en que Yibo pensaba en lo que Zhan sacrificó, era como una lija en su corazón, frotándose con fuerza contra la herida abierta. Desearía que Zhan no lo hubiera hecho. Cuando Li dejó esa cocina, se llevo más que su propia libertad con él. Yibo sabia lo fuertemente que Zhan valoraba su creencia del bien y el mal. Solo podía imaginarse la cuota que se cobraría el dejar escapar a Li en el alma de Zhan. Si en verdad lo dejo irse, la parte de Zhan que creía en su propia bondad, su rectitud, se había ido, y Yibo no podía dejar de pensar en todo lo que se había perdido.

—¿Yibo?

Los ojos se movieron hacia la voz, encontrando a Ming de pie en la hendidura de la puerta entreabierta, su rostro nervioso y preocupado.

—¿Ming?

—Si, soy yo, —dijo, adentrándose todo el camino dentro de la habitación.

—Mierda, Yibo, mírate, —jadeó.

—Trato de no hacerlo, —bromeó, la voz ronca—. ¿Cómo supiste que estaba aquí?

—Me liberaron de la custodia de protección ayer. El Agente Sakata, que se estaba quedando conmigo, me dijo lo que pasó.

—Gracias por venir.

—¿Dónde más estaría? —sonrió —. No es que todos los días tenga la oportunidad de ver al apuesto Wang Yibo acostado así. Puede que sea la única vez de mi vida, mejor miro bien.

Yibo se rió, el movimiento enviando fuego rojo a través de su hombro y abajo hacia su riñón, matando la sonrisa en sus labios.

—Mierda—Ming tenía mala cara—. ¿Qué puedo hacer?

—Estoy bien, —resolló —. Pronto me darán unos analgésicos. —Se detuvo—. ¿Puedes quedarte por un rato?

—Si, absolutamente. —Ming jaló una silla grande cubierta con un tapizado azul desteñido, apartándose el cabello del rostro mientras se sentaba. Tocó la mano de Yibo a través de las barandas de la cama, sosteniéndola en la propia, evitando los vendajes húmedos en las puntas de los dedos—. Duérmete, —le dijo—. No voy a ningún lado.

Tonos Grises (ZhanYi- Yizhan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora