Capítulo 25: Otro sueño.

273 81 24
                                    

Mónica y Dalton. Ámbar y Erick.









Flashback.

Hace 3 años (2019)

—¡Estás loco!

—Simpre lo supe— me tira al piso y agarra mi brazo haciéndome una llave. Lo lleva a mi espalda y lo tuerce.

—¡Hijo de puta te odio!— gimo adolorida.

—Yo también me odio. Rindete dulce Lizzie.

—Eso quieres— le pego una patada en la rodilla y él se cae haciendo que me suelte el brazo. Aprovecho la oportunidad y agarro con mis piernas su cadera y con mi brazo le hago una llave para asfixiarlo.

—Rindete Stelle— sonrío haciendo más presión. Sus brazos quieren sacar los míos pero es imposible porque lo estoy apretando demasiado.

—Hija de puta...— dice apenas y me poca el brazo repetidas veces anunciando que se rindió. Lo suelto y se agarra del cuello ligeramente volviendo a respirar.

—No vuelvas a hace eso Erick. Casi te desmayas y lo sabías— dice Kev regañándolo abajo del octágono.

—Creí que podía sacarla— muevo los hombros y estiro los brazos. Empiezo a estirar todo el cuerpo.

—Creiste mal— digo llamando su atención.

—Ay dulce Lizzie, hoy ganaste. Mañana lo haré yo— mueve el cuello y las muñecas.

—Si puedes.

—Lo haré— nos bajamos del octágono para estar frente a nuestro profesor.

—Mañana es descanso, así que nadie gana— dice Kevin.

—No me hagas esto tío. Pasado mañana que sea descanso— se queja.

—No. Les di toda la semana a pedido de ustedes sin un descanso. Toda la semana. Luego no se van a poder ni mover. Siempre me están haciendo esto. ¿Quieren cerrar con broche de oro? Cuarto 4. Ahora déjenme dormir que tengo sueño. Son las 2 de la mañana chicos. Ah, y por favor no hagan que grite mucho. Sean cautelosos.

¿Por qué cautelosos? No se escucha lo que pasa abajo nunca— rodea los ojos.

—Hay una mujer. En la otra habitación, pero aún está sedada, aunque no por mucho. Traten de no despertarla— rodamos los ojos los dos —bien, hagan lo que quieran. Solo no me molesten.

—¡Gracias Kev!— sonrío.

—Si, si. La idea era que la despierten la semana que viene pero ya que, si se despierta solo duérmanla o no sé, mátenla. Ustedes saben como.

—Gracias tio— sonríe a más no poder Erick.

—Locos— susurra y se va.

Nos reímos y corremos aver quien llega primero a las celdas. Nos empujamos para adelantarnos.

—¡Eso es trampa!— grita callendo al piso cuando le pongo el pie.

El Miedo De Ámbar #1 Where stories live. Discover now