Capítulo 35: Tregua.

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¿Un relación abierta? ¿O una relación "trío?







Narra Ryan.

Martes, 17 de mayo.

Tres días después.

Grito su nombre.

Al escucharme, sus pasos se detienen abruptamente. Tanto que casi tropieza y se cae con el trote que estaba haciendo.

Se gira mientras camino para alcanzarlo.

Como puedo ver, parece que está trotando hace un buen rato porque su frente está mojada, su cabello revuelto por el viento y sus mejillas algo coloradas. Está con un conjunto de campera y pantalón negro porque hace frío el día de hoy.

—Solo... Dame una razón para no golpearte justo que estoy entrenando.

—¿Ámbar no tiene un gimnasio en su casa?

—Si, pero me gusta el cardio y el aire libre— responde seco.

—Okey... Yo, quería conversar contigo.

—¿Sobre qué?— cruza sus brazos.

—¿Podemos ir al café de allá? Hay mucho viento, y te vas a enfermar. Estás todo sudado.

—No me digas— dice con sarcasmo. Agarra su pie llevándolo hacia atrás para estirar las piernas. Luego estira los brazos. Y cuando termina me mira —vamos.

Camina el primero y lo sigo. Llegamos, entramos a la cafetería. Ethan pide agua y yo un café.

Nos sentamos, apartados de la poca gente que hay en el lugar. Son las 9 de la mañana. El sol salió pero está bastante nublado. Un día muy raro y feo básicamente, pero eso no impide que mi ex mejor amigo salga a correr por la plaza del barrio.

Lo mismo hacía todos los días en Estados Unidos. Íbamos los dos siempre a correr.

Hasta que la cagué, lo acepto y lo reconozco.

Una jarra de vidrio con agua y un vaso llegan para Ethan y para mí una taza de café, también con un vasito con agua.

Bebe un vaso entero. Conociéndolo se habrá olvidado de traer su botella de agua.

Cuando toma todo el vaso me observa sin meditar palabra alguna. Yo tampoco hablo. No sé como empezar.

—¿Qué quieres Ryan?— habla después de minutos de contacto visual nomás.

—Tregua— digo solo eso.

—¿Tregua?— frunce el ceño.

—Sí.

—¿Por cuánto tiempo?— apoya sus codos en la mesa, mirándome como un depredador a su presa.

—¿Por siempre?

—¿Por siempre?— repite confundido.

—Quiero arreglar las cosas. La cagué y lo sé.

—¿Te diste cuenta?— su voz derrocha ironía pura.

—Lo siento Ethan...— musito agachando la cabeza avergonzado.

Cuando la levanto me mira asombrado.

»Tardé mucho en decírtelo, yo sabía desde que nos hicimos amigos que tú estabas enamorado de ella, pero me hacía el idiota porque cada vez que me la mostrabas, ella me gustaba más y más. Cuando te pusiste celoso ese día que fui a tu casa, que ví esas fotos en tu cuarto y dije que Ámbar seguía igual de linda.

El Miedo De Ámbar #1 Where stories live. Discover now