Capítulo 11: Despejando la mente.

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Disparar, disparar, disparar. Así la tensión liberar.










Narra Ámbar.

Martes, 5 de abril.

Tres semanas.

Tres semanas en las que Ryan me evita.

Tres semanas en la que no contesta mis mensajes y llamadas.

Tres semanas en las que no nos juntamos para hacer el trabajo.

Tres semanas en las que se nota que está distante y tenso a cada rato.

Tres semanas en las que siento que lo extraño.

Osea, extraño estar con él.

No entiendo porqué está así. Intenté preguntarle por mensaje y me deja en visto. Intenté en persona pero hace que no me escucha.

—Maldito estúpido— susurro volviendo a ver por millonésima vez los tantos mensajes que le mandé y que no me contestó.

—Ya deja de leer lo mismo, no seas idiota— dice a mí lado Cassie, quien me arrebata el celular.

—Es que no entiendo Cassie, nada cuadra, estábamos tan bien hace tres semanas abajo de las gradas, y Dios, el día anterior nos besamos en su cuarto, él quería hacerlo, pero le dije que aún no, yo no lo entiendo, ¿Se enojó por eso?— la miro y ella abre la boca.

—Espera mujer, rebobina, ¿Dijiste que no, que no querías tener sexo con él?— se cubre la boca.

—Pues sí, eso dije— no entiendo a donde va esto.

—Nunca en tu sano juicio le dijiste a un chico perfecto que no te lo querías cojer, te das cuenta Ámbar, nunca, y por favor no me digas que es porque no lo conoces tanto si has tenido sexo con tantos chicos que habías conocido solo en una noche, ¿entiendes a que me refiero?

—Eh... no...

—¡Te gusta Ryan!, aún no quisiste hacerlo con él porque lo quieres conocer porque... ¡Te gusta!— y empieza a saltar en su cama levantando los brazos y aplaudiendo.

—¿Acaso estás loca?— la agarro del brazo y la siento de nuevo.

—Yo no, pero tú si estás loca, de buena forma, porque te gusta, te gusta, te gusta— repite la tonta.

—Claro que no Cassandra, no estoy loca, no me gusta, estoy así porque estoy enojada y molesta de que me evite.

—No cambies de tema, dime la verdad, ¿Por qué le dijiste que aún no eh?— alza sus cejas esperando respuesta.

—Pues porque...

Ni siquiera yo lo sé.

»Porque sí y ya— me levanto dándole la espalda y ella se ríe —¿Por qué la risa?

—Porque te gusta pero aún no lo aceptas— la miro que sonríe angelicalmente.

—Que no me gusta— exclamo.

—Lo que tú digas.

—Es en serio— rodeo los ojos.

—Yo se de tu miedo Ámbar, pero las dos sabíamos que algún día iba a pasar— se muestra sería y se que no es una broma.

El Miedo De Ámbar #1 Where stories live. Discover now