6: Cabernet sauvignon

410 99 36
                                    

—¡Fue genial! Gracias, chef —dijo con entusiasmo el chico, que salía del departamento de Tim.

—No fue nada. ¿Nos vemos la próxima semana?

—¡Por supuesto! ¡Adiós!

—Adiós, Todd —se despidió él, cerrando la puerta.

Todd era un buen chico de 14 años, tenía potencial para ser un chef si de verdad se aplicaba en los años venideros. A Tim le recordaba un poco a sí mismo cuando tenía su edad.

—Bien, otro día y otro alumno feliz. En serio te estás volviendo muy bueno en esto. Puede que sea tu vocación —dijo Amanda.

—Tal vez si no hablaras tanto, tendríamos una clase más productiva.

Después de varios regaños y miradas gélidas por parte de Tim, su amiga dejó de distraer al chico y mantuvo la boca cerrada durante el resto de la clase.

—Solo trataba de aligerar el ambiente, además... —El teléfono de la mujer sonó, interrumpiendo su defensa—. ¡Ah, es Quentin! Hola, amor... Sí, ya te abro.

Amanda colgó el teléfono y fue al intercomunicador para abrirle a su novio, mientras Tim volvía a ordenar y limpiar su preciosa cocina.

Unos minutos después, un hombre rubio, corpulento y de rostro amable entraba al departamento.

—Hola, ¿cómo...? ¡Ugh!

Quentin empezó su saludo, pero fue interrumpido por una Amanda echándose a su cuello y quedando suspendida en el aire.

—Hola, amor —murmuró ella, sin dar señales de querer soltarse.

—Hola, linda... eh, ¿podrías darme un segundo para saludar a Tim?

—No. Tim fue malo conmigo.

Tim solo se rio del comportamiento de su amiga. Era impresionante la transformación que sufrían las personas enamoradas. Por suerte él no tuvo la desgracia de pasar por eso. Bueno... solo una vez, pero luego no volvió a caer.

—¿Ves? ¡Incluso se ríe!

—Estoy seguro de que lo que Tim hizo fue razonable —respondió Quentin, por fin liberando su cuello de los brazos de su novia—. Alguien tiene que regañarte de vez en cuando, y yo no puedo hacerlo.

—Eres una cosita tierna, ni aunque quisieras podrías regañarme —concordó Amanda—. Quiero decir, solo mírate. Te llamas Quentin Donelly. Es la clase de nombre que le pondría a mi Golden Retriever.

—¿Soy tu Golden Retriever? —inquirió Quentin, enarcando una ceja.

—Mmm, mejor te respondo eso cuando Timmy no esté presente —contestó Amanda con una sonrisa pícara.

—Gracias —intervino Tim—. Y eso es algo zoofílico, si me lo preguntan.

—¡Cállate! —exclamó su amiga, pero a Quentin le causó gracia.

—Oye, Tim, compré unos hongos Portobello en el mercado. ¿Cómo crees que debería prepararlos? —preguntó el rubio.

—Agh, no es momento de hablar de comida. ¿No íbamos a ir al cine? —lo apremió Amanda.

—Si quieres, ve adelantándote, linda. Solo será un segundo —dijo Quentin, besando a su novia en la frente.

Amanda se despidió de Tim con una linda muestra de su dedo corazón y salió del departamento. Enseguida, el rostro de Quentin cambió a una máscara de nervios y ansiedad.

—Bueno, los hongos Portobello... —comenzó Tim.

—Shh... no vine a hablar de hongos, Tim —susurró el hombre.

Amor y Wasabi [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora