32: Insípido

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La vida para Debra Evans se había vuelto insípida. 

Era la misma rutina de trabajo de lunes a viernes, y la inquietante soledad que la aguardaba los fines de semana. Sus días se sucedían uno tras otro, sin apenas distinción. Cumplía con sus tareas como si estuviera en piloto automático, sin estar realmente en el presente. 

Incluso volvió a comprar ravioles en lata y comida congelada. 

En ocasiones, le gustaba recordar esos últimos meses, que parecían tan llenos de luz, calor y sabor en comparación con su actual vida gris. Sin embargo, pasear por esas memorias resultaba peligroso, porque irremediablemente terminaban en el mismo sitio, y el dolor, la rabia, la traición se hacían presentes. 

Las únicas veces en las que sentía que la vida le daba un respiro era en las sesiones con la doctora García. Solo en esas tardes le parecía que la sombra de la soledad retrocedía unos pasos y esperaba en el pasillo a que saliera del consultorio. 

Aquel viernes le contó todo a su terapeuta. La cita de la noche del sábado y su consecuente reconciliación con Amanda, después sobre esa mujer, la tal Naoko, su porte arrogante y lo que le había dicho sin ningún embarazo. 

Pero nada, nada fue más difícil que hablar de Tim. 

El simple hecho de pensar en él, justo en ese momento, con los besos de alguien más marcados por toda su cara, fue suficiente para que rompiera a llorar. Una vez más, se sentía como una adolescente estúpida, sollozando por un chico con el que nunca tuvo oportunidad. Era gracioso y cruel cómo la historia se repetía. 

La doctora García le ofreció un pañuelo de papel y espero pacientemente a que se calmara. Tomó menos tiempo del que Debra supuso, pero quizás fuera porque ya había agotado su reserva de lágrimas durante la semana.

―¿Y él intentó hablar contigo, pedirte perdón o darte alguna excusa? ―indagó la terapeuta. 

―Él... me envió mensajes y me llamó, pero cuando por fin le respondí... solo le dije lo que tenía que decirle y colgué ―contestó ella, un poco avergonzada por su conducta. 

Estaba dolida, era cierto, pero su parte racional estaba consciente de que fue injusto no darle la oportunidad a Tim de contar su versión de los hechos. 

¿Pero qué podría decirle? ¿Los típicos "no es lo que tú piensas", "simplemente pasó" o "solo fue una noche, lo nuestro es más que eso" que los hombres solían decir? No tenía voluntad ni paciencia para escuchar esas mentiras. 

―No estás en la obligación de escucharlo si no quieres, Debra... ―comenzó la doctora. 

―¿Pero?

―Pero, por lo que me contaste, tu visión de los hechos está basada en lo que te dijo esa mujer desconocida. Y repito, es tu decisión y solo tuya; sin embargo, no estaría de más escuchar lo que Tim tiene para decir. Así sea solo para que deje de llamarte y enviarte mensajes. Te puede servir para cerrar definitivamente ese capítulo. 

Debra titubeó. No le encantaba la idea de volver a ver a Tim, se le hacía muy doloroso. 

―¿O acaso no quieres enfrentarte a la posibilidad de haber estado equivocada? ―conjeturó la terapeuta. 

Amor y Wasabi [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora