12: Pollo y pastel

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―Mamá, ¿por qué papá vendió el auto?

Debra se esforzó por no soltar un suspiro de derrota. Kate era una niña demasiado inteligente para su edad, y esos pequeños gestos que delataban su estado de ánimo no los pasaría por alto. 

No pudo evitar que Marlon se llevara su auto y lo vendiera, ni siquiera porque Debra le insistió que no lo hiciera por ella, sino por Kate. Todo lo que consiguió fue que él se riera en su cara y que ella se sintiera horrible por haberle suplicado. 

Ahora tenían que moverse en taxi y autobús, lo que hacía mucho más difícil llegar a tiempo a todos lados. Debra apresuró el paso, con Kate de la mano, mientras pensaba en la posibilidad de llegar tarde a otra clase con Tim. 

Esa tarde dejaría a su hija de nuevo en casa de Sonia, para que jugara con su grupo de amigas de la escuela. No le entusiasmaba la idea de ver a la entrometida mujer, pero podía soportarlo mientras eso significara distraer a Kate de todo lo que estaba pasando. 

Llegaron a la elegante casa de la amiga de su hija con quince minutos de atraso. Ni a las niñas ni a Sonia le importaría, pero Debra sabía lo preciso con el tiempo que solía ser Tim. 

―¡Hola, chicas! ¿Qué tal están? Las demás están en el patio, Kate ―dijo Sonia al recibirlas en la puerta principal. 

La niña se despidió de su madre con la mano, y sin más fue a reunirse con sus amigas. 

―¿Te quedas un rato, Debra? ―preguntó amablemente la mujer. 

―Lo siento, no puedo. Clases de cocina, ya sabes. 

―¡Sí te inscribiste! Me encanta saber eso. Tienes que venir un día y cocinarnos algo, ¿eh?

―Claro, seguro. Pero ahora tengo que irme... ―se despidió ella, ya retrocediendo al porche. 

―Por supuesto, puede ser el próximo fin de semana y... ―Sonia se interrumpió, viendo por detrás de Debra. 

Ella se volteó, mas solo vio la calle vacía. 

―Debra, ¿dónde está tu auto? ―preguntó Sonia, buscándolo calle abajo con la mirada. 

―Ah, eso... Yo ―balbuceó. ¿Qué debía hacer? ¿Mentirle, decir que estaba en el taller o algo así?―. Yo... Lo vendí. 

―¿Ah, sí? ¿Y eso? ―indagó Sonia. Era obvio que no se tragaba su mentira. 

―Bueno, resulta que... ―Debra suspiró, desistiendo de inventar una excusa decente―. Marlon lo vendió. 

―¿Marlon? ¿Tu ex? ―conjeturó la otra mujer, llevándose dramáticamente una mano al pecho. 

―Sí... bueno, aún no es mi ex. Es decir, ya me dio los papeles de divorcio y todo, pero...

―Pero vendió el auto antes de firmar ―completó Sonia por ella―. Jumm... típico de los imbéciles de su clase.

Debra no supo qué responder a eso. Agachó la cabeza, sin poder mirar a su interlocutora a los ojos. No quería estar allí, y Sonia lo notó.

―Oh, pobre niña... ¿Ya tienes abogado? 

―No conozco a ninguno, y los que he conseguido, pues... No puedo permitirme pagarlos ―admitió Debra, con cierta vergüenza. 

―¿No conoces a ninguno? Me ofende que me digas eso ―contestó Sonia. Al ver la expresión confundida de su amiga, ella explicó:―. ¿Acaso no sabías que soy abogada? 

―¿Lo eres? Yo no tenía idea, lo siento ―soltó Debra. A cada minuto que pasaba allí, más incómoda se sentía. 

―Ya, no tienes que disculparte. En fin, voy saliendo de compras justo ahora, Roy se quedará vigilando a las niñas. ¿Quieres que te acerque al sitio de tus clases? Podemos hablar de los trámites de divorcio en el camino.

Amor y Wasabi [TERMINADA]Where stories live. Discover now