35: Los comensales

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Cuando por fin llega un día que has esperado por mucho tiempo, experimentas sensaciones contradictorias. Por un lado, emoción y alegría porque acabó la espera, ansiedad por saber lo que ocurrirá, y melancolía porque te das cuenta de que al terminar el día no tendrás nada más qué esperar.

Todo eso lo experimentaba Tim aquella mañana. Estuvo durante una semana completamente enfocado en dominar sus platillos para el último reto. No dio clases, no salió para otra cosa que no fuera comprar ingredientes, y apenas habló con Debra o algunos de sus amigos. No sabía si tanto esfuerzo valdría la pena, pero ya había llegado el día de descubrirlo.

Intentó seguir con su rutina normal. Se hizo un buen desayuno, pero el nudo en el estómago no lo dejó disfrutarlo. Mika se acercó a él y le maulló, sabía como nadie cuando le ocurría algo.

Él la tomó y la sentó en su regazo. Tenerla siempre era reconfortante.

—Hoy es el día, Mika —le dijo—. Es ahora o nunca.

Mika se acomodó mejor en sus piernas, y ronroneó cuando empezó a acariciarla. Aunque Debra seguramente diferiría, para él eso era mejor que la terapia. 

—¿Crees que puede vencer a Naoko? —preguntó, muy serio.

Como respuesta, la gata maulló. Tim no sabía si era capaz de entenderlo, pero le gustaba pensar que sí, aunque solía interpretar las preguntas a su conveniencia.

—Yo no estoy tan seguro —suspiró él.

En ese momento su teléfono sonó. Era Amanda.

—¿Hola?

—¿Ya estás listo? Ya estoy en el lobby, así que más te vale que estés listo —fue el saludo de su amiga.

—Pues... —Tim se miró a sí mismo. Llevaba una camiseta vieja y pantalones de pijama, ambos cubiertos de pelo de gato—. Dame un segundo.

Colgó antes de que Amanda comenzara a insultarlo. Por suerte, siempre había sido rápido para alistarse, y antes de que su amiga se impacientara ya estaba reuniéndose con ella en el lobby.

—¿En serio tienes que llevarme al estudio? —dijo Tim.

—Sí, no es negociable —respondió su amiga, bajando las escaleras hasta el estacionamiento en el sótano. 

Amanda había insistido en no solo acompañarlo al estudio de televisión, sino además ser su chofer. Su excusa fue que él estaría demasiado distraído y nervioso, lo que lo ponía en peligro de tener un trágico accidente. A Tim le pareció una pésima excusa, pero la experiencia le había enseñado que algunas batallas no valía la pena pelearlas. 

En el trayecto, ocurrió algo que Tim no había experimentado en mucho tiempo: silencio al estar con Amanda. La mujer manejaba sin apartar los ojos del camino, con el ceño fruncido y compulsivamente apretando y soltando el volante. Él tampoco tenía ganas de platicar, así que la dejó en paz y disfrutó de los minutos de silencio, que eran tan escasos cuando se hallaba con su amiga.

Llegaron al estudio de televisión, y Amanda, en vez de decir unas de sus impertinencias características, se quedó callada y le apretó el brazo. Por supuesto, Tim sabía lo que le ocurría.

—No tienes por qué estar nerviosa, Mandy.

—¿Qué? ¿Nerviosa yo? No sé de qué hablas —mintió ella. Y muy mal, cabe destacar.

—Si pierdo no pasará nada...

—No, Tim. Alto ahí —lo cortó su amiga, deteniendo su marcha—. Tú no vas a perder. Ni siquiera lo menciones.

Estaban en medio del camino de entrada al set, algunos técnicos y asistentes iban y venían atareados a su alrededor, pero nadie pareció notarlos o importarles que estuvieran obstruyendo el paso.

Amor y Wasabi [TERMINADA]Where stories live. Discover now