28: Jugo de felicidad

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Debra no entendía por qué estaba tan nerviosa.

Había llegado la noche de la cita con Tim, Amanda y Quentin, y se arreglaba con premura antes de que pasaran a buscarla.

Estaba sola en casa. Aunque al principio no estuvo de acuerdo en compartir la custodia de Kate con Marlon, que la niña ahora pasara los fines de semana con su padre le daba un merecido respiro, y tiempo para enfocarse en otros aspectos de su vida.

Se miró en el espejo, tras terminar de maquillarse. Hacía días había comprado por impulso un vestido. Era de lentejuelas doradas y plateadas, con un escote en V, mangas largas y falda hasta la rodilla. Deseo en ese momento ser un poco más delgada, tal vez así el vestido le quedaría mejor. Seguramente Marlon diría que parecía una bola disco...

Sacudió la cabeza, tratando de alejar esos pensamientos. La doctora García le aconsejó no reprimir los pensamientos negativos, sino reconocerlos y contrarrestarlos con lógica. Volvió a examinarse en el espejo. Puede que no se viera como el maniquí de una tienda de Beverly Hills, pero seguía siendo hermosa a su manera.

Justo entonces tocaron a la puerta de su departamento. Se apresuró a abrir, aunque a decir verdad los zapatos de tacón que llevaba entorpecían su andar.

Tim la esperaba del otro lado del umbral. Iba arreglado, después de todo Amanda había insistido en que irían a un sitio "semi formal". Debra estuvo preocupada toda la semana por el tema, pero en cuanto vio a Tim, le reconfortó saber que él estaba tan nervioso como ella.

―Wow... quiero decir, hola ―tartamudeó al verla.

―Hola ―lo saludó ella de vuelta-― Tú también te ves muy bien.

―Gracias... hice lo que pude ―respondió Tim, como siempre sin saber cómo responder a los halagos―. ¿Nos vamos? No quiero que Amanda empiece a desesperarse.

―Sí, claro.

Tim le ofreció su brazo, pero cuando ella iba a tomarla, notó las vendas que le cubrían la mano.

―¡Dios! ¿Pero qué te pasó? ―exclamó, preocupada.

―No es nada, en serio ―respondió él enseguida. Pero se delató al esconder la mano tras la espalda.

―¿Cómo que no? ¡Tienes toda la mano vendada!

―Estoy bien, no es tan grave como parece ―la tranquilizó Tim.

―¿Eso fue lo que pasó en el concurso? ―preguntó ella, atando cabos. Él asintió. 

―Ya está casi curada, descuida. 

Debra supo que lo mejor era no insistir en el tema. Aunque Tim estuviera a punto de perder la mano, le diría que "estaba bien" solo para no preocuparla. Por fin tomó su brazo, procurando no rozar su mano por si todavía le dolía, y emprendieron el camino lejos del departamento.

Bajar las escaleras fue una verdadera aventura, y después de varios casi tropiezos en los que Tim la atrapó en el momento justo, Debra hizo nota mental de ponerse los tacones cuando ya estuviera en planta baja.

Fuera del edificio, un auto azul los esperaba aparcado en la acera. El vidrio del copiloto descendió, revelando una sonriente Amanda que los miraba llegar. 

―Uy, tórtolos... se tomaron su tiempo para bajar ―les dijo con picardía. 

―Tacones ―explicó Debra. Amanda hizo una mueca de dolor, mostrando su empatía. 

Tim le abrió la puerta del asiento de atrás, y la ayudó a subir con su mano buena.

―Hola, Debra. Qué bueno verte ―la saludó Quentin, desde el asiento del piloto. 

Amor y Wasabi [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora