13: Raviolis

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Si la vida era como la cocina, los retos de America's Pro Chef eran esos reveses que nadie se espera justo cuando las cosas empezaban a marchar bien.

Aquel sábado les pidieron estar inusualmente temprano en el estudio. Él fue uno de los últimos en llegar, pero solo tuvo un retraso de unos pocos minutos. Estaban ya en un punto de la competencia en el que todos, hasta los de carácter más despreocupado, se la tomaban muy en serio. Ya se habían despedido de varios compañeros eliminados, y con cada episodio crecía el miedo a ser el próximo. 

―¡Hola, Kobayashi! ―lo saludó Alessandro al verlo―. Aquí mis colegas y yo tenemos una apuesta. ¿Te interesa? 

―No, gracias ―rechazó él, pero enseguida el otro chef puso un brazo alrededor de sus hombros. 

―¡Oh, vamos! Ni siquiera te he dicho de qué se trata. Un billete de veinte a que este reto va a ser italiano. 

―Estás loco, amigo ―dijo otro de los chefs, se llamaba Michael o Mitchell... Tim era pésimo con los nombres.

―Mi sangre italiana me lo dice, Mike ―contestó Alessandro con dramatismo―. Mi madre patria me llama, ustedes quedarán como payasos, y yo seré sesenta dólares más rico cuando termine la tarde. U ochenta, si Kobayashi se anima. 

―¿Tu madre patria? ¿Qué no eres de Nueva Jersey? ―intervino la chef Monique, provocando carcajadas en los demás chefs, y que por fin Alessandro dejara de hostigar a sus compañeros. 

Tim vio a Naoko alejada del grupo. Miraba hacia la calle, ignorando al resto, golpeando impaciente el suelo de grava con un pie, como si deseara estar en cualquier sitio menos allí.

 ―Ni te molestes, chef Tim. Ella se cree mejor que todos nosotros ―dijo Monique, que lo había descubierto mirándola.

Él no pudo refutar sus palabras, porque al conocer a Naoko desde hacía tanto, tenía la certeza de que se creía mejor que el resto. Pero para los otros chefs, él y Naoko Ishimura no tenían más en común, aparte de ser los dos asiáticos de la competencia. Y lo mejor era que así siguiera. 

En ese momento dos camionetas vans color negro con el logo del concurso salieron de la calle del estudio y se estacionaron justo frente a ellos. El presentador del programa bajó del asiento del copiloto y les dedicó una amplia sonrisa, mientras un camarógrafo descendía de otra camioneta y grababa. 

―¡Buenos días, concursantes de America's Pro Chef! ―comenzó el hombre―. Para su siguiente reto hemos decidido salir de nuestros estudios. Por favor, aborden las camionetas que los llevaran al destino del desafío de eliminación. Los jueces ya los están esperando. 

Tim supo que no valía la pena preguntar a dónde los llevarían, todo era parte del juego psicológico de los organizadores del concurso. Solo esperaba que no fuera muy lejos, recordó que no había limpiado la caja de arena de Mika antes de irse, y si no lo hacía pronto, la gata cobraría una terrible venganza en su sofá.

Sus esperanzas de llegar pronto a casa se esfumaron cuando se dio cuenta de que las camionetas los llevaban al aeropuerto. 

―Oh, mierda... ¿Acaso vamos a Las Vegas? ―preguntó el tal Mike. 

Todos veían por las ventanas mientras se adentraban por las pistas del aeropuerto, lejos de los aviones comerciales, y se dirigían al hangar de los jets privados. 

Tim solo había volado dos veces en avión en toda su vida. Y ambas fueron experiencias horribles que esfumaron todos sus deseos de ser un chef nómada que recorre el mundo descubriendo comida de países exóticos. Se mareaba con facilidad, y la sola idea de estar suspendido en el aire le daba vértigo. 

Amor y Wasabi [TERMINADA]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt