Capitulo 20

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Me empiezo a sentir incomoda, como que mi cuerpo comienza a querer moverse y eso hace que poco a poco mis sentidos aparezcan uno a la vez. La luz radiante me perturba haciendo que sea incomodo mantener los ojos cerrados, poco a poco abro mis parpados intentado restaurar la visión, acostumbrándome a la brillante luz amarilla que entra e ilumina toda la habitación. Me doy cuenta que estoy acostada, pronto descubro que es sobre una cama suave con las sabanas más blancas que he visto, que mi cabeza reposa sobre una esponjosa almohada y también hay una manta igual de blanca que mantiene caliente mi cuerpo cubriéndome de la cintura hasta los pies. No me muevo. Después consigo escuchar algo, como las olas del mar reventando en la playa, como el chillido de las gaviotas y quizá algunas otras aves también que aletean entre el follaje de árboles… y entonces me pregunto desorientada, ¿dónde estoy?

Quito despacio la manta blanca que me cubría las piernas y con esfuerzo comienzo a levantarme, es cuando me fijo que llevo puesto un fino ropaje de seda blanco, ligero y cómodo para dormir, nunca antes lo había visto. Me logro sentar completamente en la orilla de la cama, mis pies tocan el suelo de la habitación donde me encuentro, es de madera pero brilla como el mármol pulido, levanto la mirada y descubro que las paredes son igualmente del mismo material adornadas singularmente con cuadros de pinturas, obras de arte de muy buen gusto, y hay velas para encender cuando la luz del día haya cesado. Es la habitación designada para una reina. Pero mientras más observo a mi alrededor, más confundida y aturdida me encuentro, porque nada de esto lo he visto antes… porque no recuerdo cómo llegué aquí.

Hago el esfuerzo para ponerme de pie, como de costumbre lo haría, pero al instante que trato de enderezarme me viene un intenso e insoportable dolor que comienza por mi espalda y hace que todos mis músculos se contraigan como reflejo de éste. Me ayuda a recordar, refresca mi memoria, y entonces ya hablamos de un dolor diferente… uno que ataca directo al corazón, a mi alma incluso, que se clava más profundo que el filo de una daga, de su daga en mi espalda. Ahora lo recuerdo, y duele.

Poco a poco intento reponerme, la necesidad de saber dónde estoy me da un poco de fuerza, la suficiente para ignorar la herida que llevo y comenzar a caminar despacio en la habitación. Me dejo guiar por el viento y la brisa que entran por la ventana abierta, las cortinas blancas se alborotan y pareciera que danzan… logro llegar y mirar hacia afuera, para mi sorpresa tampoco reconozco el paisaje delante mío. Todo es verde, lleno de arbustos, árboles y flores que nunca antes había visto, pintadas de colores intensos y vibrantes, posando a lo que parece un brillante sol en el cielo azulado. Y escucho el canto de las aves, y las olas. Veo el océano a mi izquierda, a pocos metros de donde me encuentro, veo las gaviotas que sobrevuelan la playa… debe ser el paraíso. Tal vez sí morí, me digo confundida.

Pero de nuevo es el dolor que se encarga de traerme a la seriedad, a la realidad. Si este fuera el paraíso, entonces no padecería de ningún síntoma. Es bueno saber que sigo con vida… pero, ¿dónde? Y aun así, dudo de si es algo “bueno”.

-Sigyn- Dice mi nombre y entra de prisa a la habitación. –Qué haces levantada?- Se acerca a donde estoy, retorciéndome de dolor, a penas y consigo levantar la mirada para verlo, pero su voz es inconfundible. –Necesitas descansar, aun no estás bien…

-No me toques- Logro decir entre mis quejidos. –Aléjate

-Sigyn…

-Te dije… que no quería estar contigo! Por qué… me has traído aquí!- Le reprocho. –Esto no es… no es Midgard y tampoco Asgard!- Loki me mira, como afligido, como preocupado y con tanto por decirme. –Responde! Dónde estoy!

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