Capitulo 31

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¿Cuándo acabaría el dolor de verla con otro?, ¿acaso era su castigo por el daño que le provocó?

Ese mismo daño que hoy la alejaba de él, una barrera que el mismo estaba construyendo a causa del comentario que solo avivó la culpa haciendo revivir el mismo dolor padecido meses atrás.
Con la cabeza vuelta un nido de preguntas sin contestar, viajaban devuelta a islas del Rosario con un atardecer fascinante como paisaje; sin embargo tanto Armando como Betty no podían concentrarse en ello, la duda y la confusión no hacían más que abrumar sus cabezas.

Al estar de vuelta en islas del Rosario la noche los había alcanzado en casa de los Fuentes. Manuel decidió invitarlos al bar que se encontraba en la planta baja de la casa; el lugar estaba prácticamente al aire libre, tan solo lo cubrían unas mamparas que caían en el piso de madera.
Los hermanos pensaron que sería una muy buena idea poner algo de música que ambientara los ánimos del grupo.

—Es una pena que se vayan mañana —dijo Verónica

—Nos encantaría quedarnos, pero toca trabajar; y ahora que el negocio quedó cerrado hay mucho trabajo por hacer —comentó Nicolás

—¡Qué lastima Nicolás, con lo bien que la estábamos pasando! —contestó recargandose sobre sus palmas viéndolo con cierta coquetería que todos los presentes pudieron notar.

—Yo creo que todos, este ha sido un muy merecido descanso ¿no creen? —agregó Manuel, curioso de aquellas palabras de su hermana.

—Si —respondió Armando un poco incómodo de la situación

—Por supuesto —replicó Betty

—¡Claro que hablo por todos! —afirmó Verónica de inmediato, percatandose de lo que acababa de decir la delataba bastante— es muy agradable pasar un tiempo en el mar y simplemente relajarse con amigos.

—Por eso nuestros padres decidieron mudarse a Cartagena, ellos amaban tanto el mar que nos lo transmitieron a nosotros —sonrió Manuel redirigiendo la conversación

—Y tienen mucha razón —mencionó Beatriz— estar rodeada de la calma del mar, del ruido de las olas chocando contra la orilla, es algo con lo que desearía despertar todos los días.

—No lo pudo haber dicho mejor Betty —le sonrió Verónica— y ustedes, ¿les encanta el mar tanto como a nosotros? —les preguntó a Nicolás y Armando

—Bueno, venía en vacaciones cuando era adolescente y me gustaba bastante, pero ahora no sé; creo que no he tenido el tiempo para contemplarlo como ustedes —respondió Armando con tranquilidad en su voz.

—¿Y usted Nicolás?

—Es la primera vez que vengo, yo solo conocía la playa por los programas de la tele; pero muy bonito todo —le contestó

—Bien, me alegro que le haya gustado y verá que habrá más tiempo para conocer más de este lugar tan bello —sonrió ampliamente Verónica.

Semanas atrás, después de la corta conversación con Nicolás el mismo día donde le pasó su número a Verónica; había estado recibiendo por parte de él actualizaciones acerca de esa amistad que se estaba generando entre ellos.
Nicolás le contaba a ella como conversar con Verónica era de lo más agradable, hablaban casi a diario todas las noches y sobre muchos temas; no había necesidad de ocultarse tras ninguna careta como el dinero o una personalidad fingida, Verónica tenía un carisma auténtico que lo hacía comportarse como realmente era y eso a ella le gustaba bastante, se reía de sus chistes y escuchaba con atención cuando este le contaba sobre diversos temas de economía.
De a poco, su amistad se iba haciendo más estrecha; habían empezado a dejar los formalismos y la confianza entre ellos los estaba acercando más a los terrenos románticos.

Yo soy Betty, la fea: cuestión de tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora