Capitulo 46

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Incertidumbre.

Una conversación difícil les deparaba en el bar del hotel. Frente a frente, sin armaduras y con la mayor honestidad que pudiera salir de sus bocas; sin embargo había tantos temas en el aire que era complicado iniciar por alguno.

Tomaron asiento y observaron la barra en un intento por encontrar las palabras correctas para comenzar con la conversación. No obstante, el barista se acercó a ellos y con amabilidad les ofreció una bebida más tradicional; bebida que ambos necesitaban para tomar valor, pronto el barista les puso enfrente dos vasos tequileros, ambos agradecieron antes de tomar el vaso entre sus manos.

—Salud —dijo Armando alzando su vaso

—Salud —replicó Betty de la misma manera

El trago de licor entró a su garganta de manera rápida, provocando irritación y no pudieron evitar que su cara no se contrajera por dicha sensación. Después de unos segundos, cuando pudieron recobrar estabilidad, pidieron otra bebida al barista.

—Betty yo... —hizo una pausa que se sintió eterna para la economista— yo no había tenido tiempo para decirle esto, y en verdad me disculpo porque ahora hay más trabajo y sé que necesitará ayuda; pero esto también tiene que ver con ello.

La desilusión se asomaba por la puerta de entrada; no eran precisamente las palabras que Beatriz deseaba oír, sin embargo por el tono de voz con el que hablaba, debía ser un tema lo suficientemente importante como para prestarle su debida atención — ¿qué ocurre doctor?

—Vea, cómo sabe debo de hacer un recorrido por las franquicias, tal y como hicimos acá; Alejandra me llamó hace ya algunos días para confirmarme que la franquicia ya se abrió al público, también otros clientes me confirmaron lo mismo. Estuve preparando un viaje de un mes para recorrer la mayoría de franquicias, ya que Calderón tampoco se encuentra.

Alejarse como en el pasado y recorrer las pisadas que una vez llevaron al Armando atormentado para regresarlo transformado; ¿se iría nuevamente de la misma manera?

— ¿Y cuándo planea viajar? —preguntó cabizbaja.

—Regresando a Bogotá —espetó

La respuesta le cayó como un balde de agua fría; era demasiado pronto para asimilar su lejanía durante tanto tiempo — ¿por qué tan pronto doctor? Tenemos que firmar con los abogados.

—Así debe de ser Beatriz; pero no se preocupe por eso que me quedaré un día más para que quede solucionado —explicó.

El barista se acercó nuevamente a ellos esperando que alguno ordenara nuevamente una bebida, y así lo hicieron. Ya no se respiraba la tranquilidad de días pasados, sino más bien una amarga despedida siendo recibida por unos cuantos tragos de alcohol, la melancolía y la nostalgia se iban apoderando de ellos bajo la tenue luz del bar y la música de jazz.

—Firmaremos y todo se habrá acabado —suspiró Beatriz con pesadez.

—No debería ser así —respondió Armando con el mismo tono cabizbajo de ella— ¿no le gustaría quedarse como presidente de ecomoda?

—Doctor, claro que me encantaría; pero usted sabe que no se trata solo de querer, yo venía realizando una función temporal en lo que Ecomoda se recuperaba de las deudas pero ya no hay más. Eso sin mencionar el hecho que su familia y los Valencia no me querrán a mi siendo la presidente; será lo mejor que usted asuma la presidencia

—No Beatriz, usted ha hecho un trabajo espectacular sacando a Ecomoda adelante; nació para este puesto y estoy seguro que hará un gran trabajo siempre. ¿Recuerda lo que me dijo hace unos meses? que no quería ser la causante de ocasionar más daño a Ecomoda, y mírese ahora; todo lo que ha logrado y construido, los grandes negocios, el respeto y cariño por los empleados. Ha hecho tanto por esta empresa que no merece terminar así.

Yo soy Betty, la fea: cuestión de tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora