Capítulo 51

916 85 8
                                    

Mientras los enamorados se reconciliaban, el evento seguía su curso; la música amenizaba el lugar y la fiesta comenzaba suceder. Todo el mundo conversaba animadamente, por otra parte Marcela veía aquel evento con cierta nostalgia que no sabía podía experimentar.

Quizás y era el último lanzamiento en el que ella había sido participe, y aunque fue decisión propia irse de la empresa, no la excluía de sentir que se despedía de una parte de ella.

—Entonces se va mañana, ¿no? —preguntó Manuel acercándose a ella. Ambos se encontraban parados unos cuantos metros atrás del artista invitado de esa noche.

—A primera hora —respondió sin verlo.

—De lo que me ha permitido conocerla, puedo asegurar que una parte suya aún se queda aquí —espetó de forma pacífica.

—Eso sin duda Manuel, pero me voy feliz —respondió con total sinceridad— he hecho mi trabajo, y creo que mi papá estuviera orgulloso de ver como amo y veo por esta empresa incluso si yo no tengo una injerencia total. Confío en las personas que están cargo —dijo esto último con melancolía.

Si bien era cierto que su relación con Armando y Beatriz era demasiado complicada, amaba más el recuerdo de sus padres y lo que la empresa representaba, por lo tanto tenia presente la buena labor que venían ejecutando que prefería creer que se mantendría de la misma manera con ellos a cargo. Aun así, era algo que le costaba admitir abiertamente, y en esa medida había decidido marcharse de manera discreta.

—Muy orgulloso —le sonrió una vez más y ella giró su mirada hacia al mismo tiempo que Manuel lo hacía— ¿Seguiremos en contacto? —preguntó con voz varonil.

—Me molestaría que no llamaras —espetó de forma coqueta.

—Entonces, movamos esta despedida a otra parte, ¿te parece? —inquirió seductoramente.

—Me parece bien —sonrió y lo tomó de la mano para comenzar a caminar.

—Creí que no llegaría a tiempo, en verdad lo creí —comentó Armando— sentí que por poco me agarraba a golpes con el gerente del aeropuerto —agregó entre risas.

Ambos se encontraban sentado en uno de los pequeños sillones de la terraza, Beatriz recargaba su cabeza en el hombro de él mientras dibujaba pequeños círculos en su pecho —y yo, me estaba preocupando mucho que no llegara —respondió levantando levemente la vista para verlo a los ojos.

—Pero heme aquí —sonrió— alcancé a verla; se veía tan segura Betty, estoy muy feliz por usted.

—Solo pensé en sus palabras doc... Armando —se corrigió soltando una débil risa apenada.

— ¡Qué coincidencia!, porque yo también hice los mismo cuando venía para acá —volvió a sonreír, delimitando con la yema de su dedo índice la barbilla de Betty.

—Tal parece que estamos —rio por aquel detalle y se arrulló hacia él.

El bullicio de la música se escuchaba a lo lejano, permeando la quietud y soledad exclusivamente para ellos, no obstante no los exentó de una pequeña vuelta a la realidad. El teléfono celular de Beatriz comenzó a timbrar sacando a ambos de ese estado mental de calma.

— ¿Aló? —preguntó con extrañeza.

—Betty, ¿dónde se encuentra? la hemos estado buscando —era la voz de doña Catalina que se mezclaba con la música.

—Discúlpeme doña Catalina —respondió mirando a Armando— en un momento bajo —dijo sin pensar demasiado en lo confusa que resultar su respuesta para ella, pero sin más le colgó.

Yo soy Betty, la fea: cuestión de tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora