Su castigo, su maldición

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Tras salir de historia de la Magia tuvieron aún un par de clases más hasta que al fin llegó la hora del almuerzo y todos los estudiantes se dirigieron al gran comedor, con James, Sirius, Peter y Remus a la cabeza, en vista de que ninguno pudo desayunar como se debe, o en el caso de los primeros tres desayunar en lo absoluto.

—Es increíble como habiendo profesores tan increíbles como Flitwick los hay tan aburridos como Binns—comentó Sirius sirviéndose una abundante cantidad de comida en su plato. Desde ya se notaba su favoritismo hacia la clase del pequeño profesor.

—No puedo creer que le permitan dar clase, estoy seguro que han habido al menos una docena de muertes a causa de su clase, incluida la suya propia claramente, leyó hasta matarse de aburrimiento, estoy seguro de eso—apoyó James dejándose caer en el asiento a su lado.

—¿Qué clase sigue? —quiso saber Peter en voz baja.

—Transformaciones—contestó Remus de inmediato.

—¡Genial! Mi mamá dice que McGonagall es la mejor profesora del mundo— exclamó James con entusiasmo.

—Es cierto, la tía Euphemia habla muy bien de ella—asintió Marlene sentándose a un lado de Peter estirandose para tomar una croqueta del plato de James, llevándose un manazo en el proceso.

—A mi madre no le agrada, eso es suficiente para mi— dijo Sirius.

—¿O sea que ya con eso no te agrada la profesora? A mi me dio la impresión de que es buena gente— preguntó Peter confuso.

—¿Qué? ¡No! Al contrario, si mi querida madre la odia es suficiente para que sea mi profesora favorita. Incluso le pediré un autógrafo con un león de fondo y se lo obsequiaré a mi madre con una foto juntos en ropa muggle colorida— aclaró Sirius con una sonrisa en la cara, podía imaginar la expresión en el rostro de su madre sin pensarlo mucho, sí, definitivamente este año se iba a esforzar en su regalo de Navidad. —Lo odiará, ¡es perfecto!

—Tu madre suena como una persona espléndida —comentó Remus con sarcasmo, aunque con cierta cautela, no quería ofender al otro.

—Oh es encantadora, no hay quien no la ame— respondió Sirius con extremada dosis de sarcasmo.

James y Marlene intercambiaron una mirada significativa, ambos procedían de familias lo suficientemente poderosas para saber cómo funcionaba la alta sociedad, además de las principales características de cada familia. Sabían que los Malfoy nadaban en dinero, que los Carrow amaban las artes oscuras, y que los Black esperaban con ansias el momento en que cazar muggles fuese legal, y no precisamente para protestar.

El comentario de Sirius no era sarcasmo, no del todo. Su madre realmente odiaría cualquier cosa venida de algo muggle, y ambos estaban bastantes seguros de que esto implicaría algo más que un ceño fruncido. Pensar en lo que esa mujer enojada era capaz de hacer no era algo agradable de pensar siquiera, no entendían como Sirius realmente pensaba desafiar a su madre sabiendo todo esto. Porque si algo les había quedado claro a los jóvenes en las 24 horas que tenían de conocerse era que Sirius era alguien de armas tomar. Y si decía que buscaba razones para hacer rabiar a su madre era porque realmente iba a buscar razones para hacer rabiar a su madre, y James estaba seguro que nada bueno saldría de eso.

Remus iba a decir algo más cuando una niña de Ravenclaw se acercó.

—¿Eres Remus Lupin?—preguntó la niña.

Lupin asintió con la cabeza tímidamente.

—Tengo esto para ti— le dijo extendiendole una nota cuidadosamente doblada.

—Gracias.

La niña no había terminado de darse la vuelta cuando todas las miradas se posaron en Remus quien enrojeció en el acto.

Los MerodeadoresTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang