El despacho de Dumbledore

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Al salir de la última clase los cuatro niños fueron a su habitación a dejar sus cosas, al fin las clases había terminado y podían hacer lo que quisieran, James quería ir a conocer el campo de quidittch, pero Sirius insistía en ir a recorrer el castillo.

—Te digo que el campo debe ser genial, talves podamos conseguir un par de escobas y dar una vuelta, ¿qué te parece?—preguntó James ilusionado. 

—¿Si tuvieras tu escoba aquí te la prestarías a ti mismo?—preguntó Sirius burlón, solo llevaban un día juntos, pero cualquiera que los viese pensaría que se conocían de toda la vida. Una mirada asesina fue su única respuesta— Anda, este castillo es enorme y fue construido hace milenios, debe tener miles de pasadizos, y aulas abandonadas, y las cocinas, ¿te imaginas encontrar las cocinas? Necesito encontrarlas, no puedo pasar tantas horas sin comer, me quedaría enano, y ya contigo tenemos suficientes enanos.

—¡Oye!—replicó James indignado.

—Vamos, niegame que quieres conocer las cocinas.

—Ni siquiera sabemos si hay cocinas, bien podría solo aparecer la comida—murmuró Peter muy tímidamente llamando la atención de los demás.

—No puedes hacer aparecer la comida de la nada—comentó Remus en automático.

Esta afirmación hizo enrojecer a Peter, lo último que quería era quedar como un tonto frente a ellos y cada vez parecía que se esforzaba por quedar mal.

—¿Las cocinas entonces?—insistió Sirius haciendo un puchero.

James rodó los ojos dandose por vencido.

—Tú ganas—Sirius levantó un puño festejando su victoria—pero mañana iremos al campo.

—Hecho, de todas formas mañana tenemos clase de vuelo—aceptó Sirius dirigiéndose a la puerta, pronto Peter y James lo siguueron—¿no vienes Lupin? —se detuvo Black al ver que el muchacho no se movía.

—Adelantense, iré a ver la biblioteca, dicen que hay libros fenomenales—se excusó Remus rezando porque no le preguntaran más.

Al parecer sus súplicas fueron escuchados porque Sirius sólo asintió.

—Bien, nos vemos luego entonces, pero al campo si tienes que ir—añadió a voz en grito desde las escaleras.

Una tímida sonrisa asomó el rostro de Remus, le agradaba que quisieran incluirlo en su grupo, no había experimentado algo así jamás, debido a su condición pasaba la mayor parte del tiempo en su casa, nunca antes había convivido con niños de su edad, se sentía bien hacerlo.

Sin perder más tiempo salió de la Sala Común y se apresuró a la enfermería, no conocía el camino, pero con la ayuda de un par de alumnos de años mayores logró llegar sin muchas dificultades. Se aseguró de memorizar el camino, estaba seguro que pasaría un buen tiempo allí mejor irse adelantando.

Al entrar la encontró vacía, pudo escuchar pasos en una salita que había al final de la enorme habitación, pero no quiso interrumpir, en su lugar se acercó a una de las ventanas y observó fascinado la hermosa vista que le ofrecía. Estuvo ahí unos minutos hasta que escuchó la puerta abrirse.

—Ah, ¿Lupin verdad? —saludó una voz a su espalda.

Remus se volteó, frente a la camilla había una mujer joven con cabello castaño y unos ojos azules que parecían leerlo por dentro.

Su vestimenta no era como la de los demás doctores que Remus había visto antes, era rojo con blanco, y en su piel pálida el rojo resaltaba bastante, su mirada no mostraba compasión como cada persona que sabía su condición, esto le hizo cuestionarse si la enfermera ya había sido informada o si Dumbledore esperaba decirle esa misma tarde, en todo caso agradeció la falta de compasión que encontró en ella, odiaba que las personas lo miraran así, como si fuera un pobre niño disvalido que no tenía futuro, tenían razón, pero aún así no necesitaba que se lo asegurarán con cada mirada.

—¿Y bien? —volvió a decir la mujer arqueado una ceja.

—Lo..., lo lamento, soy Remus—se apresuró a decir Remus apartando la mirada avergonzado—el profesor Dumbledore...

—Estoy al tanto —lo interrumpió gentilmente la enfermera— Pronto, el profesor Dumbledore nos espera—lo apremió dirigiéndose a la salida, Remus se apresuró a seguirla.

La enfermera lo guió en silencio por un sin fin de corredores, Remus contempló a su alrededor asombrado, entre clase y clase apenas había tenido oportunidad de observar el castillo, el techo era muy alto, y en contra de lo que parecía cada pequeña parte dentro del castillo se sentía acogedora, las escaleras de mármol eran hermosas, pero no debía tardar mucho en ellas o podían empezar a moverse y tardarían un buen rato en volver. En cada pared había un fila de retratos, unos cuchicheaban a su paso, algunos dormían, otros posaban, y había algunos que ni siquiera estaban en su lugar correspondiente. Absorto en los cuadros sus pasos disminuyeron de velocidad y la enfermera se le adeltantó, al notarlo Remus casi echó a correr para no quedarse atrás, finalmente la joven mujer se detuvo frente a una gran estatua de gárgola.

—Píldoras ácidas—pronuncio la enfermera en voz alta.

Remus frunció el ceño confundido y la miró con una pregunta en la punta de la lengua, pero no le fue necesario decirla, un segundo después la gárgola enfrente suyo se hizo a un lado dejando ver una larga escalera de caracol que finalizaba en una puerta unos metros más arriba, con un gesto la enfermera lo invitó a pasar primero, Remus obedeció y al llegar arriba tocó la puerta con los nudillos, o al menos lo intentó pues apenas extendió la mano la puerta se abrió por si sola con un chirrido apenas audible. La mujer lo instó a pasar con un suave empujón en el hombro.

Entraron en una sala bastante grande, Remus pudo observar una considerable cantidad de retratos en una pared, en las otras dos paredes habían grandes estantes con libros, además de objetos de todo tipo repartidos ordenadamente por la sala, sobre un viejo libro contempló al sombrero seleccionador que apenas hace un día había estado sobre su cabeza. Al fondo de la estancia había una jaula abierta con comida y agua en su interior, pero sin rastro del animal que debía habitarla, al lado de la jaula había un escritorio relleno de pergaminos y libros, y sentado con sus lentes de media luna y su sonrisa tranquila estaba Albus Dumbledore.

—¡Remus! Bienvenido.


Los MerodeadoresWhere stories live. Discover now