Expreso Hogwarts

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James Potter caminaba por los largos pasillos de la estación de King Cross con una enorme sonrisa en su rostro, ese año iría a Hogwarts, el mejor colegio de magia del mundo, a su lado su madre hablaba de lo grandioso que era Hogwarts y lo genial que le iba a ir, mientras que su padre caminaba en silencio con gesto pensador hasta llegar al andén 9 y 10, sólo entonces se volvió hacia su hijo.

—¿Estás listo?

—Yo nací listo—contestó el pequeño con una sonrisa arrogante, su padre dejó escapar una sonrisita muy propia de él antes de negar con la cabeza divertido.

—Bien, adelante señor siempre listo—repuso Fleamont Potter con un gesto.

Su esposa Euphemia, sonrío a espaldas de su hijo.

El joven Potter sonrió una vez más antes de empujar su carrito con fuerza, cruzó la barrera y entró al andén 9 y 3/4 para encontrarse con la locomotora roja que esperaba a los estudiantes.

James sonrió encantado al verlo, llevaba muchos años esperando este momento, más que cualquier otra cosa en el mundo. Aún con una sonrisa en su rostro subió sus cosas al tren y volvió a despedirse de sus padres. Al verlo su madre lo abrazó con fuerza.

—Cuídate cariño, pórtate bien, no hagas ninguna travesura, y no olvides escribir al menos una vez por semana.

—Si mamá—masculló el chico apartándose de su madre, aunque antes le plantó un beso en la mejilla.

Fleumont se acercó a su hijo y le colocó una mano en el hombro, el chico levantó la vista y lo miró a los ojos.

—Hazle caso a tu madre, no quiero ninguna carta del director la primera semana—dijo el hombre seriamente aunque en cuanto su esposa se descuido se apresuró a añadir—aunque en la segunda no estaría tan mal—añadió en voz más baja guiñéndole un ojo, el chico sonrió y lo abrazó.

—Hasta luego, ¡nos vemos en Navidad!—exclamó el chico mientras corría a subirse al tren.

Sus padres sonrieron divertidos, definitivamente les iba a llegar más de una carta del director ese año y vaya que no se equivocaban.

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El mayor de los hermanos Black caminaba orgulloso por el andén 9 y 3/4 al lado de su hermanito quien sonreía feliz y le pedía que cuando llegará le escribiera una carta contándole todo lo que sucediera en Hogwarts, después de prometerle que escribiría seguido el mayor se despidió de su hermano y subió a la locomotora escarlata. Caminó por un pasillo lleno de estudiantes en busca de un compartimiento vacío hasta llegar a un compartimiento donde sólo había un niño de cabellos revoltosos y que al igual que él parecía de primer año.

—Hola, ¿puedo sentarme?

El joven apartó la mirada de la ventana y asintió.

—Claro.

Sirius sonrió y se dejó caer en el sillón frente al otro.

—¿Primer año?

—Así es—asintió James con evidente orgullo.

Sirius iba a añadir algo más cuando la puerta se abrió y por ahí entró una joven pelirroja seguida de un muchacho de nariz ganchuda quien los miraba con desconfianza.

—Hola, ¿hay espacio? Ya casi todos los compartimientos están llenos—quiso saber la joven con amabilidad.

—Por supuesto linda—asintió Sirius con una sonrisa coqueta, que la pelirroja ignoró por completo y se sentó junto a James dejando al otro chico junto a Sirius.

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