El Sauce Boxeador

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—Remus, bienvenido—saludó Dumbledore con una sonrisa.—Espero hayas tenido un esplendido día, el primer día de clases, un día innolvidable—añadió perdiendose un momento en sus recuerdos.— Ya conoció a la señorita Promfey, es la enfermera del colegio y será la encargada de todo lo encargado a tu salud.

Remus asintió como toda respuesta dirigiendole una rápida mirada a la mujer parada a su lado.

—Quiero que sepa señor Lupin que estoy al tanto de su situación, y haré todo lo que esté en mi mano para ayudarle y hacer todo lo más placentero posible para usted—dijo la enfermera Promfey mirándolo.

—Dudo que pueda ayudarme mucho, pero se lo agradezco de todas formas—respondió Remus, sus palabras eran sinceras. 

Promfey le contestó con una pequeña sonrisa de comprensión, no tenía pinta de ser una persona muy sonriente, por lo que Remus valoró el gesto.

—No queremos entretenerlo mucho, de seguro tendrá cosas mejores que hacer, así que seremos breves e iremos al grano, ¿está de acuerdo señor Lupin?—Dumbledore hizo una pausa, cuando Remus asintió con la cabeza continuo— En lo que a clases concierne no tiene de que preocuparse, su jefa de casa y algunos otros profesores de mi absoluta confianza están al tanto de su situación, e incluso quienes no lo saben están al tanto de que faltará a algunas clases por mes, su ausencia está más que justificada y todo lo que se trabaje en clase será entregado a la profesora McGonagall, puede pedirselo a ella en cuanto la enfermera Promfey le auterice. Con sus compañeros puede buscar la excusa que guste, yo mismo respaldaré cualquier cosa que les diga. Ahora bien, con la ayuda de la profesora Sprout de Herbología hemos diseñado su escondite perfecto ¿recuerda el sauce boxeador del que se habló en la cena anoche?— Remus asintió con la cabeza — bien, pues verás Remus, ese árbol es la clave, ¿te gustaría averiguar como? —de nuevo Remus asintió, esta vez con curiosidad y confución, no entendía como un árbol podría ayudar con su condición, solo esperaba que el plan del profesor Dumbledore no fuese amarrarlo a un árbol porque dudaba que eso funcionara además la idea de sentirse amarrado aunque fuese por unos minutos hasta que el animal lo dominara le resultaba espeluznante, y era aún más espeluznante lo que el animal hiciese cuando se sintiera amarrado.

Cuando era niño las primeras veces que se transformaba se hacía tanto daño a sí mismo que su papá intentó buscar una solución y sin quererlo cometió el error de amarrarlo para que no se hiciera daño él mismo, esa noche quedó más herido que ninguna otra, el lobo al sentirse inmovil había pasado a morderse a sí mismo, al estar apresado mordió el único lugar al que llegaba, es decir, sus labios y la lengua, a la mañana siguiente amaneció desangrado gracias a la cantidad de sangre que botó de la lengua, Remus le temía desde entonces a la idea de estar inmóvil contra su voluntad y su padre jamás se perdonó a sí mismo por lo que ocurrió.

Distraido siguió al profesor Dumbledore y a la señorita Promfey por los largos corredores del castillo, soprendentemente no encontraron a nadie en el camino e internamente Remus agradeció esto sin saber que el director le había ordenado a los profesores que alejaran a los alumnos de esa zona por unos minutos para evitar ojos curiosos, o lo más importante, ojos astutos.

Finalmente llegaron a las afueras del colegio y Dumbludore lo llevó por los jardines hasta llegar a un lugar en concreto bastante más alejado y esta vez Remus no necesitó que le explicaran que ya habían llegado, enfrente suyo distinguió un enorme árbol, uno que destacaba entre todos los demás, pero no por su extenso tamaño, ni por sus hojas pequeñas, ni por su lejanía con los demás árboles, no, no era nada de esto lo que lo hacía destacar, lo que lo diferenciaba de todos los demás era que el árbol no estaba quieto, ¡oh no! Para nada, era todo lo contrario. Se movía, de un lado a otro, con brusquedad, sus ramas daban grandes zacudidas y, de ser otras las circunstancias, Remus habría dado media vuelta y regresado sobre sus pasos, un solo empujón de ese árbol era capaz de llevarlo hasta el lago al otro lado del castillo.

Dumbledore sonrió aparentemente enternecido ante la reacción del niño.

—Extraordinario ¿no lo cree?—opinó Dumbledore.

—Disculpe profesor—espezó Remus nerviosamente— pero no lo entiendo, ¿pretende que el árbol me golpee hasta que quede inconsiente? ¿o que nos peleemos hasta que esté tan distraido que no recuerde que hay cientos de personas aquí? Porque no creo que funcione muy bien—observó el niño sin quitarle la vista al árbol, pero se vio en la obligación de dirigir la mirada hacia arriba cuando escuchó una suave carcajada a su lado.

—Oh no no, pero que imaginación la que traen estos niños de ahora—rió Dumbledore con despreocupación, pero se puso serio al observar el rostro nervioso del niño.—Claro que no, ven te lo mostraré, nos concede el honor Poppy—pidió el director observando a la enfermera. 

La señorita Promfey dio un paso al frente varita en mano y apuntó a una rama caída, con un hechizo la rama se levantó hasta que tocó un nudo en las raíces del arbol, asombrado Remus contempló como de la parte baja del grueso tronco del árbol se abría una entrada subterranea suficientemente grande para que entrara un hombre adulto pasase sin muchas dificultades.

—¿Viene señor Lupin?—lo invitó Dumbledore caminando hacia la entrada.

Un poco aturdudo Remus lo siguió hasta el interior del árbol con la señorita Promfey detrás de él, una vez dentro el director levantó su varita encedida mostrando un túnel oscuro no lo suficientemente grande para que el profesor entrase de pie en su totalidad, pero lo suficiente para desplazarse de un lado a otro. En silencio los tres caminaron por el pasillo hasta llegar a unas pocas gradas que subieron sin ninguna dificultad, las gradas terminaban en una trampilla de madera por la cual pasaron para acabar en una estancia oscura apenas iluminada por la luz proveniente del exterior. Aún en silencio Dumbledore siguió caminando por lo que ahora Remus empezaba a identificar como una casa hasta llegar finalmente a lo que parecía una habitación que llevaba algunos años sin uso. La habitación era un poco más iluminada que el resto de la casa, pero tenía el mismo aspecto lúgubre que todo el lugar.

—Verás Remus, esta solía ser la casa de nuestro antiguo guardabosques, como puedes notar ha estado desocupada por un tiempo, nadie se acerca por aquí desde hace mucho, pero por si las dudas la casa está repleta de encantamientos protectores que no dejarán que nadie pase por la entrada principal y además desde el verano empecé a expandir rumores para evitar las visitas indeseadas.

—¿R-rumores?—preguntó tímidamente Remus.

—Embrujos—contestó Promfey quien hasta entonces había permanecido en silencio— dijimos que la casa está embrujada, cada vez que alguien se acerque escuchará ruidos, gritos, buscamos sonidos parecidos a los que...— la enfermera se detuvo de golpe y apartó la mirada incómoda.

—A los que hago durante la noche—terminó Remus con naturalidad, era un mostruo y ellos ya lo sabían, de nada servía intetar fingir lo contrario.

Con una mirada culpable la mujer asintió con la cabeza.

—Bien, cada tarde antes de que salga la luna irás a la enfermería a buscar a Poppy, ella te traerá hasta aquí y vendrá a buscarte cuando acabe, puedes estar por toda la casa pero le recomiendo...

—Prefiero estar en un solo lugar—repuso Remus, cuando las dos miradas se volvieron hacia él agachó la cabeza—no quiero despedazar toda la casa, además, sino es mucha la molestia, me..., me gustaría que sellaran la puerta, lo haría yo mismo, pero...

—No hay problema—contestó la enfermera rápidamente—yo misma puedo hacerlo y lo quitaré cuando venga a recogerlo para llevarlo a la enfermería, le aseguro que nadie se dará cuenta de nada, el director nos brindó una sección en la enfermería solo para usted totalmente separada de todo lo demás, nadie lo verá, le doy mi palabra—intentó confortarlo al ver la duda en sus ojos.

—Gracias—murmuró Remus con total sinceridad.

—No hay porque darlas, para nosotros es de gran provecho y un gran honor poder ayudarlo señor Lupin—sonrió Dumbledore—¿tiene alguna pregunta?

Remus negó con la cabeza.

—Bien, bienvenido a Hogwarts señor Lupin— dijo Dumbledore con una gran sonrisa que contagió a Remus.

Los MerodeadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora