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Scarlett Jhonson
—¡VETE, VETE, VETE! ¡DÉJAME EN PAZ! ¡NO ME TOQUES!—Grité con mucha fuerza, pero no pude evitar que mi voz temblara.
—¡Es hora del castigo, caramelo!—De inmediato, sus garras me tomaron y me cargó en su hombro como a un costal de papas.
—¡NO, NO, NO! ¡SUÉLTAME! ¡NO ME HAGAS NADA! ¡BÁJAME, POR FAVOR!—Pataleé y lo golpeé.
Jack gruñó y enterró sus garras en mis glúteos, y solté un grito tembloroso por su brusquedad. Me llevó a nuestra habitación y me lanzó a la cama mientras él se deshace de su atuendo.
—¡NO HAGAS ESTO! ¡TE LO SUPLICO!—Me bajé de la cama y me apegué a la pared que está detrás mío sin despegar mi mirada de él.
—Si tan sólo te portaras bien, no haría nada de esto, Scarlett. Entrenaré tu cuerpo a la fuerza.—Sonrió mostrando sus dientes filosos y puntiagudos.
—¡NO! ¡NO ME TOQUES! ¡ALÉJATE DE MÍ!—Tiré con fuerza de mi cabello como una loca, viendo cómo se aproxima a mí.
Tomó mis brazos y me lanzó otra vez a la cama, y él se subió arriba de mí para arrancar mi vestido.
—¡QUÍTATE DE ENCIMA! ¡DETENTE!—Golpeé su cabeza con mis puños.
—Estás logrando que me enoje, pastelito.—Me amenaza mientras se acerca a mis pechos y su larga lengua envuelve uno de mis pezones.
Mordió mis pezones sacándome unas pequeñas gotas de sangre, haciéndome soltar un chillido.
—¡No muerdas, por favor! ¡Duele mucho!—Grité desesperada ante tal rudeza.
—Entonces sé buena niña y no te muevas.—Sonrió morboso.
—¡Eres un monstruo muy cruel! ¡Déjame tranquila!—Lloro.
El soltó una carcajada llena de diversión como si hubiese contado un chiste.
—¿¡Crees que me importa lo que piensas!? ¡Acepta tu realidad, jamás escaparás de este lugar! ¡Y si escapas te encontraré ahora y en un futuro! ¡Sé todo de ti! ¡Eres mía, sólo mía! ¡Ríndete de una vez o sufre las consecuencias!—Temblé por sus palabras.
Sus palabras me llenaron de miedo.
—¡Ya déjame, por favor! ¡Tengo mucho miedo!—Supliqué mientras él lame mis pezones rozados.
—Ya, pastelito. No tengas miedo, aquí estoy contigo.—Dijo con una enorme sonrisa.
—¡Tú eres el que me llena de miedo!—Después de lo dicho, él me miró de manera fría.
—¿Sabes? Me lastimas mucho.—Se nota en su mirada que está perdiendo la paciencia conmigo, pero no me importa, yo seguiré luchando, no me rendiré.
