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Scarlett Jhonson
Corría feliz por las calles. Extrañaba el aire puro, el sol que tanto odiaba, la gente y el ruido.
Me cansé de tanto correr, me siento demasiado débil. Llegué a un parque y tomé asiento en una banca para descansar.
«Parece que perdí a Jack».
—¡AH!—Grité al sentir a alguien tocar mi hombro.
—Perdón, jovencita. No quería asustarte, ¿Estás bien?—Preguntó con voz delicada la señora.
Es una anciana, yo creí que era él.
—¡Ayúdeme, por favor! ¡No quiero que me encuentre! ¡Quiere llevarme con él! ¡Va a matarme!—Supliqué y pedí ayuda a la anciana que tenía frente a mí mientras miro a todos lados con histeria total.
—Ven conmigo, muchacha. Nadie va a hacerte daño.—La anciana tomó mi mano con delicadeza para llevarme con ella.
La anciana me platicaba cosas que no entendía, o más bien no le prestaba atención por estar mirando a todos lados y cuidando de que él no venga siguiéndome.
Llegamos a una vieja casa, yo creo que es la casa de la anciana. Me hizo pasar primero a su casa y entré con pena.
—Toma asiento, niña. ¿Quieres algo de tomar?—La anciana preguntó con amabilidad.
—Le agradezco mucho el gesto de amabilidad; Quiero un vaso con agua, por favor.—Respondí amable.
Me senté en la sala a mirar con curiosidad la casa.
¿Vivirá sola esta señora?
Y más aún...
¿Cómo se le ocurrió traer a una desconocida como yo a su casa?
Todo esto es muy extraño.
Pero agradezco mucho que me haya acogido en su casa.
Me exalté al ver algo muy extraño afuera, me levanté del sofá para caminar hacia la ventana y pude distinguir tres siluetas oscuras mirando hacia aquí.
Tan concentrada estaba que en el reflejo de la ventana ví la puta cara del payaso detrás de mí.
—¡PUTA MADRE!—Me giré asustada y era la señora mirándome sonriente con el vaso de agua en sus manos.
—Toma, hija. Para que te refresques.—La miré asustada y confundida. Recibí el vaso con agua y lo bebí de sólo un sorbo.
Regresé a sentarme en el sofá y la señora se sentó frente a mí para mirarme sonriente.
—Señora, debo ir a la policía. Él va a encontrarme, quiere matarme.—Le dije a la señora que me mira muy fijamente.
—No entiendo, hija. ¿Qué es lo que te ocurre? ¿Por qué quieres ir con la policía?—Pregunta muy sonriente que ya hasta comienza a incomodarme.
