Epílogo

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Blair Beckham

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Blair Beckham


Soñé con él. Soñé que estaba a mi lado, pero al despertar me di cuenta de que solo fue eso, un sueño. Mire al techo y observé todas las estrellas ahí pegadas, me recuerdan a ti. ¿Debería quitarlas? No, no lo haré. Metí mi mano debajo de la almohada y encontré el papel que me dio tu padre al finalizar el entierro y las lágrimas se volvieron a hacer presentes. Yo debí cuidarte más, yo debí siempre estar a tu lado... nunca dejarte solo ni un segundo (por muy asfixiante que suene), pero ahora eso ya no sirve porque ya no puedo hacerlo. Ahora entiendo el significado de puntualidad, pero yo jamás llegue tarde a un lugar, solo a tu vida. Lo siento tanto.

La noche después del entierro tuvieron que sedarme para que no me hiciera daño y para que no siguiera acabándome la voz llamándote. Será imposible poder olvidarte porque cada vez que yo quiera mirar al cielo y observar las estrellas, me acordaré de ti y el dolor regresara.

Hoy es el baile graduación y si, no iré, ¿para qué? Tú no estarás ahí. No es obligatorio asistir y aunque desde un principio nunca me dio ilusión, por él había cambiado esa idea y pensaba retractarme para proponerte que me acompañara, podría escuchar su respuesta la cual hubiera sido un rotundo no. Seguramente lo hubiera obligado a acompañarme y hubiera aceptado al final de todo. Después de todo, Rebeca y Sky han tratado de sacarme de mi habitación y tratar de animarme en un proyecto que denominaron como tal. Sus visitas se volvieron más recurrentes, mi madre está un poco más de tiempo cerca de mí, tuve que prometerle que no me haría daño para que ella se fuera a su trabajo, yo creo que no me cree porque a mitad del día ya está aquí. No he ido al lago ni a la punta de la colina donde solíamos ir, donde me dijiste cuanto me amabas, donde nuestros labios se unieron en una perfecta sincronía, donde nuestras manos se encontraron y supimos que estaban hechas a la medida y que ninguno necesitaba a otra persona porque ya nos habíamos encontrado.

Me levanté secamente de la cama y bajé hasta la cocina para encontrarme con mi madre más animada que lo habitual, sé porque esta así y temo que la decepcionaré al decirle que no quiero ir a mi graduación. Tome asiento en un taburete.

—Buenos días, ¿cómo estás? —últimamente esa pregunta resumía mis días. Yo solo la respondía con un bien y de esa manera me ahorraba toda una explicación.

—Bien —traté de sonreír. Acerco un plato de fruta picada junto con un vaso de jugo hasta mi lugar. Mire decaídamente el platillo, no tengo hambre, pero con mi madre cerca es capaz de darme de comer en la boca como cuando era un bebé. Traté de llevar la comida a mi boca y aunque no entro fácilmente, lo logre. Mi madre me dio una sonrisa larga.

— ¿Emocionada por el día de hoy?

—No, la verdad es que no iré —contesté.

— ¿Qué? ¿Por qué? —la mire tristemente—. Ya compramos el vestido, ya todo está preparado.

A las estrellas | Sin corregirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora