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—¡Por los calzones más holgados de Merlín! ¿¡Qué hacéis aquí!?

La estridente voz del señor Mulpepper fue lo primero que escuché aquella mañana. Al abrir los ojos sobresaltada miré a todos mis alrededores confusa sin saber qué hacía allí, tomándome un momento recordar todo lo ocurrido el día anterior hasta que crucé miradas somnolientas con Malfoy. 

—¡Señor Mulpepper! —exclamé, frotándome los ojos con las palmas de mis manos—. ¡Nos dejó usted encerrados aquí dentro!

—¿Que yo hice qué?

Cuando por primera vez pude desperezarme lo suficiente como para voltearme vi al señor Mulpepper. Este estaba parado en la entrada del despacho con el rostro completamente colorado de un intenso color granate como si nos hubiera pillado infraganti haciendo algo que no debería haber visto mientras que, realmente, Draco y yo estábamos en lados opuestos de la habitación.

—Cuando se fue a encontrarse con el criador de bicornios, ¿se acuerda? Se tuvo que llevar la llave sin querer.

Como si de pronto le hubieran dado un golpe al señor Mulpepper por las espaldas, miró bruscamente hacia sus manos encontrándose efectivamente con la que era mi copia de llaves de la tienda. Automáticamente revisó los bolsillos de su túnica y, al escuchar el tintineo que indicaba la presencia de las otras llaves que eran suyas, pareció comprender todo.

—¡Por Dumbledore! —bramó, con los ojos tan abiertos como platos antes de volverse hacia Draco—. Lo siento muchísimo señor Malfoy, de verdad que siento todas las molestias que le he podido ocasionar. Podemos... ¡Podemos regalarle un setenta por ciento de descuento en todas sus compras de este mes de abril como recompensa a est...!

—No se preocupe —lo tranquilizó Draco, levantándose de la silla donde había pasado la noche—. Pero creo que debería pedirle perdón también a Chloé. Ella lo pasó muy mal intentando contactar con usted.

—Oh, sí, por supuesto. Camila, tómate el día libre, ¿quieres? Seguramente necesites descansar.

—Muchas gracias, señor. 

Le dediqué una desganada sonrisa, antes de ponerme en pie provocando que sin querer la chaqueta que me arropara cayera al suelo. En seguida, antes de que los otros dos presentes se dieran cuenta, la recogí y quise salir de la habitación junto a Draco hasta que el señor Mulpepper me agarró del brazo al pasar a su lado.

—¿Nadie sabe que habéis pasado los dos la noche juntos, verdad? —murmuró, demasiado cerca de mi rostro para mi gusto.

—Ehh... no.

—Está bien —dijo, soltándome finalmente—. Pasad un buen día, mañana nos vemos.

Draco me miró confundido, pero ninguno de los dos dijo nada y nos limitamos a salir al Callejón Diagon. Este, al ser hora punta, estaba abarrotado de gente y de pronto sentí la necesidad de acomodarme el cabello para estar medianamente presentable pese a que seguramente tenía una cara horrible de recién despertada al no habérmela lavado.

—¿Qué te dijo? —preguntó Draco, estirando su espalda levemente.

—Nada, cosas del trabajo —mentí—. Esto es tuyo.

Le devolví con rapidez su chaqueta, sintiéndome observada e incómoda a partes iguales. Observé la calle principal pero nadie parecía estar prestándonos atención, estando todos pendientes de los escaparates, hasta que por instinto miré por encima de mi hombro y pude reparar en la presencia del señor Mulpepper espiándonos desde detrás del cristal.

—Gracias. Vamos, te acompaño a casa.

—¡No! —grité, inconscientemente demasiado alto haciendo que Draco me mirara raro—. Quiero decir... no, no. 

—Vale. ¿Y qué quieres hacer entonces? Han abierto una cafetería nueva al lado de Sortilegios Weasley, si quieres podemos ir a desayunar.

—No, mhm... Me refería a que no es necesario que vayas conmigo —dije con la cabeza agacha, al mismo tiempo que mis pensamientos se llenaban de la voz de Mulpepper recordándome que debía poner distancia entre Draco y yo, cosa que había ignorado bastante—. Es de día, a estas horas el Callejón Knockturn no es peligroso.

Draco arqueó una ceja, haciendo una mueca.

—Creía que ya habíamos dejado de fingir que te acompañaba por eso. 

Al escucharlo juré que mi corazón dejó de latir por un segundo. Me quedé completamente sin palabras y comencé a titubear, volviéndome un saco de nervios con patas que no paraba de lanzarle miradas furtivas a mis espaldas con la esperanza de que el señor Mulpepper hubiera desaparecido. Pero no lo hizo.

—Lo siento, pero creo que estoy muy cansada —contesté—. Y seguramente tú tampoco habrás podido dormir bien en esa silla, así que lo mejor es que vuelvas directamente a tu casa y descanses.

—Pero...

—¡Nos vemos mañana, Draco! —me despedí atropelladamente, comenzando a alejarme de él.

No le di siquiera la oportunidad de decirme adiós cuando ya giré la esquina, sintiéndome extraña.

El camino a casa aquel día se me hizo eterno y demasiado silencioso. Casi no me creía que había llegado cuando por fin estaba en mi habitación, no demorándome ni un minuto más en cambiarme para acostarme en mi cama, recibiendo a esta con los brazos abiertos, mas no fui capaz de conciliar en sueño por muy agotada que me sintiera. Estaba dando vueltas y más vueltas, con mi mente mi mente divagando lejos.

Quería fantasear sobre lo que casi ocurrió anoche, pero en cuanto lo hacía las palabras del señor Mulpepper me bloqueaban. 

No es que me importaran los rumores o que mi jefe pensara que no era profesional, pero la actitud de Mulpepper esa misma mañana había conseguido hacer mella en mí por lo frustrado que se veía. ¿Y si ahora mismo estaba pensando que era mejor despedirme para evitar futuros encontronazos? No podía perder este trabajo.

Aunque por otro lado no entendía por qué razón debía limitar mi vida personal. Debería ser capaz de relacionarme con quién quisiese sin parecer una niña de quince años cuyos padres le prohiben ver a su novio. 

Claro que Draco Malfoy no era mi novio.

¿Pero me gustaba? 

Zarandeaba mi cabeza hacia los lados cada vez que me preguntaba eso, apretando los ojos con fuerza. Era algo que llevaba tiempo teniendo que resolver pero que nunca lo hacía y empezaba a pensar que tal vez la opinión de Mulpepper había adquirido más valor porque antes era absurda la idea de que algo pudiera llegar a ocurrir entre Draco y yo, pero ahora...

Unos golpecitos consiguieron sacarme de mis pensamientos, percatándome de la presencia de un búho castaño en el alféizar de mi ventana. Confusa, pues no esperaba ninguna correspondencia, me levanté y fui a recibirla tomando la carta que esta sostenía en el pico. 

Era del señor Mulpepper. 


Daddy Issues❞ Draco MalfoyWhere stories live. Discover now