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Las semanas pasaron volando y, sin apenas darme cuenta, el invierno asomaba ya a la vuelta de la esquina. Draco y yo compartíamos cada vez más tiempo juntos en mi casa, hasta el punto en el que prácticamente éramos compañeros de piso hasta que llegaron las vacaciones de Navidad y tuvo que regresar a su casa para pasar tiempo con Scorpius. Me había acostumbrado tanto a su calor en la cama que se me estaba haciendo completamente imposible dormir sin una almohada junto a mí simulando su cuerpo. Por desgracia, pese a que por parte de Draco estaba más que invitada a pasar las vacaciones con él en la Mansión Malfoy, tenía únicamente nochebuena y año nuevo libre porque la cafetería muggle cerraba y ya que tenía el compromiso de cenar con mis padres, a lo que no podía faltar por nada del mundo si no quería sufrir la ira de mi madre.

Me hubiera gustado aprovechar la situación para presentarle finalmente Draco a mis padres, pero si lo hacía, también tendría que invitar a Scorpius por razones obvias, lo que sin duda causaría un escándalo en casa. Además, la marcada diferencia de edad entre Draco y yo ya era un tema delicado por sí solo.

El bullicio de Londres durante las fiestas llenaba cada rincón, y la cafetería en la que trabajaba estaba abarrotada de turistas todos los días. Llegaba a casa exhausta y, aunque lo intentara, no tenía energía para buscar un mejor empleo o revisar las páginas de anuncios en El Profeta.

Sin embargo, cuando me quité el delantal aquella tarde al terminar mi turno y vislumbré a Draco esperándome fuera de la cafetería entre toda la horda de turistas me sentí como si me hubiera bebido yo sola toda la cafeína y teína del sitio.

—¡Draco! —le saludé prácticamente corriendo hacia él, fijándome entonces en que llevaba un ramo de flores consigo que, por suerte, no fueron obstáculo alguno a la hora de darle un beso y un abrazo—. Qué sorpresa, ¿qué haces aquí?

—No podía aguantar más sin verte —reconoció, robándome otro beso sin que me lo esperara—. Y te he traído un regalo. Una casa no podré comprarte, pero al menos un regalo podré hacerle a mi novia, ¿no? —dijo con una sonrisa juguetona, ofreciéndome el hermoso ramo de flores en el que se mezclaban diversos colores y tipos, sabiendo que las rosas rojas no eran mis favoritas—. No te preocupes, no es tu regalo de Navidad.

—¿Cómo que "no es mi regalo de Navidad"? —repetí desconcertada, parando un segundo de observar con cariño las flores—. Es precioso, seguro que te ha costado mucho dinero.

La burbuja de precios de los ramos de flores se asemejaba a la burbuja inmobiliaria en Inglaterra, con los precios inflados como un globo a punto de reventar.

—Esto es solo un detalle —respondió con una sonrisa, antes de fruncir los labios ligeramente y saborear con su lengua el rastro del bálsamo de labios que le había dejado al besarme—. ¿Este no es el que te compré en verano?

Asentí, impresionada de que lo recordara.

—Londres es tan húmedo que no he tenido que usarlo hasta que no ha entrado bien el frío. Es mi salvavidas en esta ola de frío.

Draco volvió a sonreír y me robó otro beso, ampliando su sonrisa aún más si era posible.

—Sabe muy bien. ¿Nos vamos?

Envolví uno de mis brazos en el suyo, acurrucándome en su abrigo y en él en búsqueda de calor mientras andábamos uno junto al otro enfrentando el frío invernal impactando en nuestras caras. Por suerte, el camino no era muy largo y antes de que pudiera darme cuenta ya estábamos en mi apartamento deshaciéndonos del abrigo, los guantes y las bufandas, pero no del súeter y el jersey porque la calefacción era muy cara y no me podía permitir pagarla. No me importaba las veces que Draco se ofreciera a echarme una mano, me negaba a aceptar una sola sickle de su bolsillo.

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⏰ Last updated: Jul 18, 2023 ⏰

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Daddy Issues❞ Draco MalfoyWhere stories live. Discover now