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Los días siguientes a lo ocurrido desarrollé la extraña rutina de pellizcarme el brazo nada más despertar con los primeros rallos de luz por las mañanas, asegurándome que no estaba sumergida en un profundo sueño.

Despertaba feliz pues hasta mis pesadillas eran dulces al aparecer Draco, pero aún me sentía más contenta cuando finalmente asimilaba que el hecho de ser su interés romántico también era una realidad en el mundo tangible. 

No obstante, conforme se iba acercando la fecha donde habría transcurrido finalmente un mes desde nuestro primer beso empecé a darle demasiadas vueltas a nuestra relación; llevando prácticamente de nuevo el tema a lo irracional.

El motivo de esto es porque en cuatro semanas no vi cambio alguno.

No es que no estuviera cómoda y prefería que las cosas fueran despacio pero salvo por los tímidos besos de despedida antes de dejarme en casa, nada diferenciaba nuestra situación a cómo nos comportábamos antes y eso estaba empezando a parecerme raro.

¿Y si me había ilusionado yo sola y realmente Draco solo me quería para pasar el rato? Tal vez sus planes eran que nos quedáramos ahí estancados sin ser nada más serio hasta que por fin apareciera una mujer más acorde a su estilo de vida. 

Claro que tenía pánico que preguntarle a Draco sobre si lo nuestro era formal por si quedaba como una tonta; aunque en mis momentos de lucidez me daba cuenta de que seguramente estaba exagerando.

—¡Clarise, creo que acaba de entrar alguien! —anunció el señor Mulpepper desde su despacho, como si no fuera capaz de escuchar la campana. 

Inconscientemente dejé escapar un largo suspiro mientras soltaba de golpe la caja de hierbas exóticas que había llegado esa misma mañana, cuyo contenido estaba ordenando en el almacén, y salí a la entrada para encontrarme con una cara conocida; Miles.

No había vuelto a verlo desde la primera vez pero, sin ninguna duda, sabía perfectamente que con lo terco que era Mulpepper era cuestión de tiempo que tiempo que volviera. Daba hasta miedo que comenzara a encontrar normal el hecho de que mi jefe estuviera haciendo de Celestina entre una empleada suya y su sobrino.

—Hola, Chloé —saludó sonriente, visiblemente mucho menos inquieto que un mes atrás.

—¡Buenas tardes! Espera un momento, voy a llamar a tu tío —dije, para después salir del mostrador y acudir a la puerta del despacho que se encontraba a mi izquierda—: Señor Mulpepper, está su sobrino Miles aquí. Acaba de llegar.

Tal y como si se hubiera levantado un ciclón, Mulpepper dejó caer sobre su mesa todo lo que tenía a mano y acudió corriendo a la parte principal de la tienda con un entusiasmo demasiado exagerado incluso para ser él. 

—¡Muchacho, qué alegría verte! —exclamó, revolviéndole el cabello rubio como si fuera un chaval de once años—. ¿Estás tratando bien a tu madre? —Se volvió hacia mí, con un rostro que reflejaba orgullo de arriba abajo— Supongo que ya os habéis presentado, ¿verdad?

Asentí con una cabezada.

—Ya vino a la tienda antes, aunque usted no estaba.

—Ah, ¿sí? —dijo Mulpepper, fingiendo sorpresa. Definitivamente actuar no era lo suyo—. Eso quiere decir entonces que a mi querido Miles debió dejarle huella la descripción que hice de ti, Chastity. Ya sabes que soy muy buen negociante y te vendí lo mejor que pude.

El señor Mulpepper empezó a carcajearse, llegando a doblarse sobre sí mismo mientras unos hoyuelos y arrugas alrededor de los ojos se formaban en su rostro con gran intensidad. En contraste, Miles y yo nos mirábamos con sonrisas forzadas.

—Entonces, ¿queréis que nos vayamos ya? —preguntó Mulpepper cuando se hubo terminado de reír.

—¿Vayamos? —repetí.

—¿No te lo había dicho? Caramba, se me debió olvidar —masculló Mulpepper, sosteniéndose a sí mismo la frente—. Llevas trabajando aquí... no sé... ¿cinco meses, seis tal vez? Ni idea, pero creo que ya va siendo hora de que tenga un detalle contigo de dueño a empleada, ¿no crees? Llevaba tiempo pensado en invitarte a una comida en algún lado, ¡y qué casualidad que hoy mismo se haya presentado aquí mi Miles!

"Casualidad".

—Eso es... estupendo —respondí, intentando camuflar lo máximo posible mi incomodidad—, pero ¿y la tienda?

—Cerraremos hoy antes —sugirió, encogiéndose de hombros.

¿Y quedarme sin mi simple pero adorada unidad de beso de despedida diario? Ni hablar. No estaba dispuesta a pasar por eso.

Tal vez si hacía un poquito más de tiempo llegaría Draco y podría sacarme de esta.

—Pero las branquialgas que llegaron hoy perderán la mayoría de sus propiedades como no las traslade hoy al acuario de agua dulce.

—Bien, pues hazlo y ahora nos vamos. Pero no tardes.

Giré sobre mis talones y acudí a la trastienda, donde realmente las branquialgas ya habían sido almacenadas desde el mediodía. No tenía excusa mejor así que, en caso de que al señor Mulpepper se le ocurriera entrar a ver qué hacía, se acerqué al balde de agua y me dediqué a sacar y meter la misma planta una y otra vez.

Hasta que gracias a Dumbledore escuché por segunda vez la campanita de la puerta, y menos mal pues ya no soportaba el asqueroso tacto del alga.

No tardé más de una milésima de segundo en salir escopeteada fuera del trastero, comprobando que efectivamente mi plan había funcionado y el señor Mulpepper se encontraba tras el mostrador vendiéndole lo que parecía ser un botecito de eléboro a Draco. 

—Ya estoy.

—Ya era hora —refunfuñó Mulpepper, cerrando con fuerza el cajón de la caja registradora. A juzgar por su comportamiento, seguramente quería haber evitado que Draco llegara—. Vámonos.

 —¿Vais a algún sitio? —preguntó Draco con interés, echándome vistazos cortos pese a que se dirigía hacia el señor Mulpepper.

—Quería invitar a mi sobrino y a mi empleada a una buena cena —admitió Mulpepper, sacando pecho—. Ha sido un estupendo mes para el boticario, hemos tenido muchas ganancias y hay que celebrarlo.

—Qué bonito detalle. De hecho, yo también llevaba bastante tiempo queriendo invitarle a una cena a usted después de tanto tiempo siendo su cliente.

Pese a que estaba a las espaldas del señor Mulpepper, pude descifrar sin siquiera verlo que su cara sería un poema. 

—¡Eso es estupendo! —interrumpí—. ¿Qué tal le parece si se viene con nosotros, señor Malfoy? Cuanta más gente mejor, ¿verdad?

No era exactamente lo que tenía en mente pero, siendo realista, no iba a conseguir escaquearme así como así del señor Mulpepper por lo que al menos la velada sería algo mejor ahora que Draco había actuado rápido para acompañarnos. 

O por lo menos mucho más interesante.



Daddy Issues❞ Draco MalfoyWhere stories live. Discover now