Por favor... anímame

57 8 6
                                    

—¿Tienes 5 minutos para mí? —te pregunté al sentarme— Solo 5 minutos, a ver si al menos tú eres capaz de animarme.

Sonreíste, con esa forma tuya que normalmente me hace ver las estrellas cuando te brillan los ojos; pero esta vez, en mi pena, no fui capaz de devolverte la sonrisa.

—Hmm ¿eso es un reto o una súplica? Porque en caso que sea lo segundo, sabes que acepto encantado —volviste a sonreír, aunque mi cielo seguía gris.

Me invitaste un helado.

—De chocolate, ¿verdad? —era más una afirmación. Al final con tanto que me conocías, para qué ibas a preguntar.

Me hiciste muecas mientras te comías tu helado. Pusiste los ojos bizcos al menos cien veces y estuve a punto de decirte que no lo hicieras más, pues dicen que si una mosca pasa te quedas así. Además yo no estaba riendo como siempre, seguía con la mirada perdida, los hombros caídos, resignada, derrotada.

—Esto no está funcionado tan bien como siempre —comentaste.

—No, no lo está. Así que mejor déjalo, no tenía que haberte pedido…

—¿He dicho que vaya a rendirme? —el brillo en el cielo de tus ojos se hizo intenso. Un azul que casi dolía mirar— Contéstame, ¿he dicho que vaya a rendirme?

—No.

Chasqueaste los dedos, volviste a sonreír. Me sacaste la lengua y finalmente tomaste mi mano.

Pasaste de más muecas a las cosquillas, pero lo único que logramos fue que me irritara contigo y te gritara un poco. Lo pensaste durante unos segundos y otra vez a más de esas cosquillas fuera de lugar que tanto me molestaron. Te grité, te pateé en vano porque siempre has sido más rápido que yo para estas cosas, incluso cuando estás borracho. Intenté abofetearte pero me sujetaste las manos mientras te reías y comentabas.

—Ponle más empeño, minina. No lo estás haciendo con toda tu fuerza.

Quería odiarte, pero como siempre me ha sido imposible solo pude gritarte más disparates; todos los que me cruzaron la mente, incluso palabras sin sentido.

Al final me cansé, me recosté en la hierba y te hice un último gesto obsceno con el dedo corazón. Nada me molestaba más en ese momento que esa sonrisita satisfecha en tu cara, pero estaba demasiado cansada para empezar de nuevo a pelearme.

Dejé que te tumbaras a mi lado, que me pasaras los dedos entre el pelo y te divirtieras tratando de llamar mi atención como harías con un gato de verdad.

Cuando volví a mirar tus ojos el cielo ya era azul para mí, y esta vez pude devolverte la sonrisa. Sin miedo. Cansada pero satisfecha de que me hicieras sentir viva.   


"Los gatos no van al cielo" & otros cuentos Where stories live. Discover now