Carrusel

40 8 6
                                    

—Me marcho —te dije— Me voy a casa porque no soporto esta situación.

Estabas tan concentrado en tus cosas que apenas me miraste. Tuve que repetirme unas tres veces como disco rayado para captar tu atención.

—¿Que dices? —casi me sonríes al preguntar, como si en lugar de estar rompiendo contigo te hubiese contado el mejor de los chistes.

No me quedó más remedio que mandarte lejos, a cualquier parte de esas que suele emplear tanto la gente y continuar empacando mis cosas en una mochila que si pudiese hablar, estaría gritando.

—Te dije que si las cosas seguían como antes, me iría a casa. No tengo porqué aguantar que me ignores casi todo el tiempo. Me harté, búscate un robot o cómprate un perro.

Yo estaba despotricando como loca y tú solo me mirabas con la misma cara con que mirarías a quien dijera que los aliens iban a aparecer esta noche, en un concierto de la banda. Nada, solamente pedía demasiado al creer que me tomarías en serio.

Me hiciste un gesto negativo, lo pensaste mejor, sonreíste y volviste a negar. Lo más triste es que yo sabía lo que te estaba pasando por la mente: “No te irás, solo quieres que te preste atención”.

Claro, como no ibas a pensarlo si he filmado la misma escena unas mil veces, para luego aceptar que no sé estar sin verte.

—Esta vez hablo en serio… creo.

—No. No lo haces, pero de todos modos, te prometo que voy a compensarte cuando termine lo que estoy haciendo.

Sonreíste de nuevo, para luego poner esa cara de cachorro triste que tanto me gusta. ¡Que roña! Estos son los momentos en los que, si tuviese un arma, te dispararía a quemarropa.
 
 

"Los gatos no van al cielo" & otros cuentos Where stories live. Discover now