Subject 7 || Tom Riddle

Silencio tácito - 003

Una parte de él quería pensar que la eligió como desafío porque era una sangre de barro, a sus ojos: inútil, indefensa.

Pero tienen determinación, especialmente ella. ¿Para probar su... punto?

Pero ella era diferente, no se acobardaba ante su mirada, no se rendía tras un fracaso.

Ella era de luchar por luchar.

Cuando los instintos le pedían luchar o huir, ella nunca huía.

Una parte de él se sintió herida, pues iban al mismo colegio y se había sentado junto a ella durante 3 años en DADA, y ella parecía no reconocerlo. ¿Por qué? ¿No era lo suficientemente memorable?

Joder.

Ella seguía mirándolo, y él hacía lo mismo.

El reloj hizo un tic-tac con anticipación, mientras los árboles se balanceaban de acuerdo. Como si el mundo estuviera en espera de la siguiente palabra que anhelaba salir de la boca de uno de ellos.

Pero ninguna lo hizo, sólo se examinaron el uno al otro, no de forma significativa, sus emociones selladas bajo las fachadas de ambos pero la de él parecía más fuerte.

Ella decía lo que pensaba, había nacido sin un cierre en la boca.

Mientras que él se lo pensaba dos veces antes de cada movimiento, pues iba 5, si no 10, pasos por delante de todos, alimentándose de las reacciones de la gente, de sus errores.

Los errores son humanos.

Entonces, ¿en qué le convierte eso si nunca había cometido uno?

No iba a tolerar que ella tuviera la última palabra, mejor aún, que nadie tuviera la última palabra. Él tenía la ventaja porque tenía su varita, ella sin embargo era inútil, indefensa.

Justo donde él la quería, como masilla en sus manos.

Como la mayoría de la gente, especialmente las chicas, caían de rodillas ante él y lo alababan como si fuera un Dios. Se esperaba.

Pero ella siempre tenía que interferir en eso, nunca se echaba atrás.

Hasta ahora.

Pensó.

El silencio era ensordecedor, incluso los sordos estaban cansados del silencio entre ellos.

La tensión entre ellos era diferente a cualquier otra, era incómoda sí, pero se basaba en otra emoción. Obviamente, la ira debido a sus acciones, y la furia debido a las acciones de ella.

"¿Cómo te atreves a no recordarme?"

"Cómo te atreves a encerrarme-"

Ambos comenzaron, deteniéndose cuando sus palabras se mezclaron con las de los demás.

Ambos levantaron las cejas, él se burló de su audacia mientras ella suspiraba de cansancio.

Sus palabras rebotaban por los pasillos evidentemente vacíos, los retratos se aferraban a sus palabras como si fueran llaves para salir de su marco.

Las miradas inquisitivas que las personas plasmadas en los cuadros parecían vacilar antes de volver a su estado.

Era como si los cuadros no supieran de qué lado ponerse, a quién escuchar más.

Estaban atrapados en un marco y una discusión peculiar sobre dos personas destinadas, ¿destinadas la una a la otra? O destinados a la muerte y al poder.

Sus personalidades chocaban, seguro, pero se mezclaban bien. Era una mezcla de caos y esperanza. Caos y calma. Dos emociones diferentes, dos personas diferentes, dos historias diferentes. Sus escasas palabras hablaban de párrafos, como si se tratara de un discurso importante para una nación.

Parecían tranquilos aunque el ambiente era asquerosamente tenso.

Una atmósfera en la que uno no desearía entrar, en la que si se lograba entrar era casi imposible salir sin quedar atrapado en emociones interminables.

La chica evidentemente no pertenecía a estas paredes, las paredes de un castillo. Ella no tenía un fondo digno de un castillo, pero él tampoco.

El edificio estaba abandonado, cualquier ayuda que la esperara sería ridícula ya que la mansión sería invisible para los transeúntes.

El hombre de pelo negro rizado se mantenía en pie con un poder palpable, pero la mujer rubia se mantenía en pie con una inteligencia y un ingenio ocultos.

El silencio la consumía inevitablemente, pues veía el final antes de que empezara.

Pero en sus ojos no había principio de nada.

Por eso las palabras no eran una opción, la única comunicación era el contacto visual extremo entre la pareja desaliñada.