Prólogo

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31 de Diciembre del 2026
Sydney, Australia.

   —¡Auch! —me quejé, riéndome —. Esto no está funcionando.

   Trev rueda los ojos por milésima vez, probablemente harto de mis inquietudes.

   —¿Puedes permanecer sin parpadear por un segundo, Ry? —implora con impaciencia —. Ya vamos tarde.

   —¡Eso es tú culpa! Si no tardaras tanto haciendo tu propio maquillaje, ya yo estuviese lista.

   —Bueno, no puedo estar a tu lado luciendo patético, ¿cierto? —no respondo. Trevor, con sus ágiles manos, adhiere la pestaña a mi párpado quizás por quinta vez. Procuro no parpadear en esta oportunidad para facilitarle el trabajo —. Listo. No abras los ojos por un rato o pasaremos aquí toda la noche.

   Respiro profundo y espero pacientemente a que la pega líquida en mi ojo se seque. Odiaba cargar con estas cosas, pero respetaba que Trevor las usara como parte de su arte en mi rostro, y aunque fuesen malditamente incómodas, daban el toque perfecto para que mi mirada fuese mucho más impresionante.

   La fiesta de fin de año a la que fui invitada este diciembre se celebraba en uno de los restaurantes más refinados de la ciudad. Mismas personas, misma sonrisa falsa a todos y cada uno de los invitados, mismo protocolo. Pretender que todos a tu alrededor eran de tu agrado era uno de los trabajos más difíciles que atender, incluso peor que ser la única que llevase las riendas de mi familia, pero de alguna manera, aceptaba mi vida, aunque a veces fuese un jodido dolor en el culo.

   Yo no era precisamente una celebridad aunque el resto de mundo me tratase como tal. Para ser francos, sólo me considero una persona con suerte. Subir fotos en poses comprometedoras y videos tontos en donde deliberadamente mostraba una mirada seductora hacia la cámara fue mi mejor enganche para reunir un público de personas que poco a poco se obsesionó conmigo. 

   Sólo así, muchas marcas de ropa, maquillaje e incluso cualquier comercial de televisión de algún producto para el cabello, comenzaron a ponerse en contacto para hacer publicidad a su emprendimiento. Iniciar con negocios locales hasta ser parte de las empresas más grandes del país ha sido uno de mis mejores logros, y a la vez, el que más me ha condenado.

   La privacidad era un tesoro que no sabía que poseía hasta que lo perdí.

   Ajusto el vestido de lentejuelas en mi espalda justo donde la comezón comienza a fastidiarme. Arreglarme era algo que sin dudas me gustaba, pero cuando se trataba de prendas que escogía alguien más por mí forzándome a pasar una noche en completa incomodidad, no era tan divertido como cualquiera esperase.

   —¿Te dormiste? —cuestiona mi amigo —. Porque el permanecer con los ojos cerrados para ti más de cinco minutos es sinónimo de escucharte roncar como un tractor poco después. ¡Quiero verte!

   Con un movimiento entrenado, abro mis ojos para dedicarle mi mejor mirada coqueta. Trevor lanza un chillido agudo al aire.

   —¡Te ves como una maldita zorra! ¡Me encanta!

   —¿Gracias? —me pongo de pie para verme en el espejo de mi habitación. No pude evitar sonreír ante la imagen —. Nada mal, en realidad. Espero captar varias miradas con esto.

   Aliso mi prenda con mis manos por mero impulso, porque la tela estaba perfectamente estirada. El color rojo me sentaba a la perfección con mi tono de piel aceitunado, y mi cabello castaño claro era el contraste perfecto al labial rojo carmesí que Trev se había encargado de poner sobre mis labios. Me veía fabulosa.

   —¡¿Hablas en serio?! ¡Serás la sensación del bloque! —dijo con emoción —. Y no dudes en tomarte fotos con todo el mundo. Te quiero ver en los perfiles de todas las celebridades de la ciudad.

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