9. Si crees conocer a un Williams... créeme, no lo conoces en nada

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   Muy bien, si la tierra no me tragó durante el programa en vivo, espero que lo haga justo ahora.

   Me quedé observando el identificador de llamada, como si pudiese hacer que cambiara de nombre con mirarlo intensamente sin pestañear. ¡Mierda! Tiemblo sin poder controlarlo, porque el mero hecho de escuchar su voz, independientemente de lo que me diría, ya era razón suficiente para enloquecer.

   Me quedé pasmada. ¿Debería responder? ¿Debería hacerme la desentendida y pretender que no había visto el celular? ¡Dios mío! ¿Debería matarme?

   Por un instante, me inundó el vago presentimiento de que Raph estaba llamándome para expresar su descontento y que quería terminar con el contrato ya mismo. A nadie le gustaría ser humillado, mucho menos en televisión, así que tendría todo el sentido del mundo, y ni siquiera lo juzgaría por eso. Sería de esperarse.

   Tenía que calmarme. Pedir disculpas no estaría tan genial si lloraba o siquiera me temblaba la voz, porque sonaría como si intentase manipularlo de alguna manera. No, tenía que estar serena. Ya había sido suficientemente patética por una noche. ¡Por una vida!

   Con una última respiración profunda, respondí antes de que él pudiese colgar:

   —Hey, Raph. —Mi tono de voz no es precisamente el que está acostumbrado a escuchar de mi boca, pero era mejor que nada.

   —¡Hola Ri-ri! —respondió entusiasmado —. ¿Ya ha terminado tu entrevista?

   Fruncí el ceño hacia mi celular. ¿Por qué se escuchaba tan feliz? Sin contar que había música de fondo bastante alta y un barullo inconfundible de personas riendo y divirtiéndose. ¿Estaría tomado?

   —Sí, hace un rato —tragué grueso antes de hacer la pregunta que me causaba más temor —: ¿No me viste?

   —Sólo la primera mitad. Me gustó la historia de Harry Barker. No me la habías contado.

   Oh por Dios.

   ¡La primera mitad! ¡Sólo había visto la primera mitad!

   No sabía si eso era bueno o malo, porque significaba que: o se lo tendría que decir yo antes de que lo vea en televisión, o me resignaba a que el video llegase a su alcance eventualmente. Ninguna de las dos generaba consecuencias positivas a mi favor, pero, al menos, tendría una noche relativamente pacífica.

   —Sí, estuvo genial eso —carraspeo mi garganta, nerviosa —. ¿Por qué no lo viste todo?

   —Unos amigos me han invitado a salir —explica con calma —. ¿Recuerdas a Nick?

   —Claro.

   —Bueno, estamos en su casa pasando el rato.

   Hubo una especie de silencio. No incómodo, no, pero era como si... ¿Cómo si yo sabía que él me ocultaba algo, de la misma manera que él sabía que yo hacía lo mismo?

   Entrecerré mis ojos para mí misma, intentando descifrar de qué se trataba todo aquello. No quería interrogarlo directamente qué otros amigos estaban con él en casa de Nick por mucho que esa fuese la verdadera pregunta que rondaba por mi cabeza, porque sentía que sería demasiado tóxico. Aun así, procuré involucrarme en este enredo como si fuese un ninja evitando obstáculos de rayos láser.

   —Entonces, ¿llamaste para recordarme que nos veremos mañana? —inquirí.

   ¿...o porque algo te da cargo de consciencia?

   —Ah, sí —respondió inmediatamente —. Rod y Rox irán a patinar sobre hielo. ¿Te gustaría que fuésemos con ellos?

   —¡Claro! Suena genial —mi respuesta fue genuina, pero eso no aminoró mi intuición de sospecha —. ¿Ellos están ahí justo ahora?

El ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora