16. Y vivieron felices... ¿para siempre?

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   Mi respiración comienza a agitarse incontrolablemente sin poder hacer nada al respecto.

   Aunque tuve específico cuidado para que nadie más pudiese ver el video que yo dentro de la sala, no podía despegar mis ojos de la pantalla de mi móvil. Claramente se veía mi rostro, el suyo, mi habitación, la cámara escondida sin mi consentimiento que nunca supe que había puesto estratégicamente en mi armario, cuyas puertas estaban abiertas para un mejor enfoque de la imagen. Todo aquí estaba mal. Todo.

   A diferencia del video sexual que se filtró de mí y de Jaxon, este siempre se supo que era mi novio. Fue humillante y no le resta valor a todo lo que sentí durante ese momento, pero definitivamente, aquel video que seguía reproduciéndose en el chat de Nigel era potencialmente peor. Si esto salía a la luz, mi palabra perdería credibilidad, y sería la culpable de que me haya pasado lo que sucedió.

   Iba a perder el juicio.

   Comencé a ver borroso. Mi frente se humedeció con gordas gotas de sudor, y algunas ya corrían por mi nuca. Me temblaba el labio inferior y los dedos de las manos. No podía sacarme el video de mi cabeza. Apagué la pantalla del celular y lo guardé de regreso, pero ni eso fue capaz de tranquilizarme. Quería gritar justo en ese momento un sinfín de improperios y llamados de auxilio. ¿Hasta cuándo más Nigel iba a arruinarme la vida?

   —Bueno, no parece que haya sido importante —escucho que Rod dice a mi lado —. Pero sí lo suficiente para que hayan ido los paramédicos. Seguro estará bien después del medio tiempo. ¿Riley?

   Estaba petrificada, incapaz de moverme. Mi respiración seguía agitada y las lágrimas corrían por mis mejillas sin mi permiso. Casi había olvidado dónde estaba y qué ocurría antes de que el mensaje llegase a mi celular, porque no era capaz de reconocer la situación en la que me encontraba.

   —¿Riley? —repite Rodrick, acercando su rostro al mío para evaluar mi expresión —. ¿Qué pasa? Raph está bien, no fue nada grave.

   Ni siquiera podía acordarme de Raph en este momento.

   —Llévame al baño —supliqué en voz baja.

   —¿Por qué? ¿Qué tienes?

   —Quiero vomitar.

   Después de un par de segundos que le costó reconocer lo que ocurría, él me toma por la muñeca y tira de mi brazo hasta bajarme de la silla y recorrer la estancia a paso rápido. Mantuve mi cabeza gacha, con el cabello tapándome la cara. Los mechones se pegaron a la piel de mi rostro a causa de las lágrimas que mis ojos no dejaban de brotar, e hice un esfuerzo sobrehumano en que mis piernas no flaquearan hasta hacerme caer sobre el costoso alfombrado.

   Traspasamos un corto pasillo hasta dar con unos baños privados, lo cual agradecí mentalmente. Lo último que necesitaba era encontrarme con otras mujeres en el servicio de chicas y evitar sus miradas curiosas y conspiranoicas. Me metí en el cubículo cuando Rod abrió la puerta para mí, y cerré con seguro a mis espaldas.

   —Estoy aquí por si me necesitas —recalcó el chico.

   Lo único que necesitaba era que me tragara la tierra. Con los nervios a flor de piel, donde la ansiedad carcomía cada partícula de mi alma, me incliné sobre el inodoro de rodillas y expulsé cualquier rastro de comida fuera de mi boca. El sabor amargo era tan insoportable que sólo me hacía vomitar más y más. Las arcadas estaban descomponiéndome tan rápido como el estrés que sucumbía a mi cuerpo, y cuando ya no tenía más nada en el estómago, me apoyé contra la pared de mármol a mis espaldas, respirando con fuerza, sintiéndome derrotada y patética.

   Un primer sollozo conllevó a otro hasta que me volví un mar de lágrimas. Procuré no hacer demasiada bulla para no incomodar a Rod, quien permanecía aún al otro lado de la puerta. Lo sabía por la sombra de sus pies bajo la rendija. Debería ser lo último que me importara, pero con tantas degradaciones, no quería ser responsable de sentirme más estúpida de lo que ya estaba siendo.

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