5. Sacrificios para la fama

5.5K 321 459
                                    

      —¡¿Han perdido la cabeza ustedes dos?!

   Un furioso Ross Williams nos miraba de brazos cruzados con el ceño fruncido en su frente. Me sentía como una niña al ser reprendida luego de una travesura, y es que, precisamente, eso es lo que había pasado; con la diferencia de que yo tenía veintitrés, y lo que hice, realmente podía afectar un poco nuestra imagen.

   El problema no había sido filtrarnos en un concierto y pretender que éramos parte del staff, amonestando a todos a diestra y siniestra como si fuésemos los organizadores del evento; sino que el artista en cuestión, se trataba de, precisamente, aquella persona que provocó que mi carrera cayera en picada.

   Si Nigel se enteraba, mi cabeza aparecería en las noticias enterrada en una estaca.

   Hago un mohín entre una sonrisa y un gesto de disculpa. Me encojo un poco de hombros, como si no fuese la gran cosa, pero a juzgar por la manera en la que seguía enfocando sus ojos oscuros en nosotros dos, de verdad que el hombre estaba lejos de sentirse contento.

   —Sólo intentábamos divertirnos un poco, papá. —Raph se me adelanta, manteniendo la compostura.

   No parecía arrepentido, de hecho, lucía como si le divirtiese la situación más de lo que debería. Esto no mejoraba el humor de Ross.

   Y menos que Ryatt y Rod se estuviesen riendo en silencio a sus espaldas. Tuve que fulminarlos con la mirada a ambos para que se comportaran.

   —¡Ja, divertirse! —graznó, alzando sus brazos a ambos lados de su cuerpo, para luego posar las manos en su cadera —. ¡¿Poner a Riley en peligro te parece divertido?! ¡Dime, Raphael!

   Él ahogó una risa.

   —El que estuvo en peligro fui yo. Te lo juro.

   No pude evitar carcajear por lo bajo. Llevé una mano a mi boca, intentando sin triunfo alguno aminorar el sonido de mi risa silenciosa. Ahora, sólo habíamos provocado que Ross posara su mirada enfadada sobre el chico a mi lado, luego sobre mí, y de regreso a Raph. Percibí un atisbo de confusión en sus ojos oscuros, intentando adivinar qué carajos nos traíamos entre manos.

   —No sé lo que ha pasado, pero no me ha gustado nada —continúa con su reprimenda, sin romper su postura de padre estricto —. Tuve que hablar con muchos aquí para que no llamasen a la policía y se metieran en problemas. Sin contar con lo que tuve que pagar precisamente por lo mismo. ¡¿Les parece eso gracioso?!

   Riley, por favor, no te rías.

   Raph parecía estar en la misma situación que yo, porque tomó un suspiro profundo, y sus labios temblaron un poco en esbozar una sonrisa en su rostro. Sin embargo, supo disimular muy bien, y optó por recobrar el semblante de adulto joven responsable que, en realidad, no había sido esta noche en lo absoluto.

   —No. Nada gracioso, papá —respondió con una voz ahogada —. Lo siento. No volverá a pasar.

   —¡No me gusta que tengas esas ideas, Raphael! —siguió él. Temía que Rita o Rhea se enterasen de la situación, sobre todo la segunda, quien no parecía en lo absoluto feliz de que yo estuviese saliendo de mentira con su hermano menor —. ¿Acaso no es suficiente haber alquilado todo este lugar para ti y tus amigos? ¿Necesitas buscar diversión en otro lado? ¡¿Qué más querías que hiciéramos por ti en tu Raph cumpleaños?!

   Maldición, ahora me sentía mal al respecto. A pesar de que todavía era capaz de ver a los otros dos hermanos destornillándose de la risa, la situación comenzó a tornarse considerablemente más seria. No quería que Ross se sintiese responsable por mis ideas enfermizas.

El ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora