7. Nadaremos, nadaremos... ¿o no?

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   Suelto un jadeo fuera de mi boca cuando Raph utiliza sus labios para dejar un rastrojo de besos húmedos en toda la longitud de mi cuello. Instintivamente, llevo una de mis manos hasta su cabello y la otra la estiro por la suave piel de su espalda, trazando sus músculos con mis dedos delicadamente.

   Eso pareció enloquecerlo un poco. Cambia el rumbo de su boca hasta dar con el lóbulo de mi oreja, donde mordió sutilmente dando un ligero jalón. Me encantaba eso, y se lo hice saber apretando mi puño en los mechones de cabello que caían por su nuca.

   No sabía si era la marihuana que aún flotaba por la habitación, pero me sentía extremadamente relajada, como si no me importase en lo absoluto que, detrás de esa puerta, estaba toda la familia de Raph y podrían aparecer en cualquier instante, pero es que esto era tan grande que probablemente termináramos con lo que empezamos antes de que nos encuentren.

   Permito que sus manos grandes se encarguen de mis pechos, porque se me antojaba deliciosa la manera en la que los masajeaba. Un experto en la materia. Con un cuidado que me inquieta, traza la línea del bikini por la parte inferior de uno de mis senos, tortuosamente placentero, lo único que quería era que me arrancase todo de un tirón, pero por más que a mí me encantaba tener el control la mayoría de las veces, quise que sucediera a su manera.

   Me besa de nuevo, más salvaje, más hambriento. La forma en la que empujaba el bulto en su entrepierna contra la mía me estaba enloqueciendo. Había demasiada tela de por medio de la que quería deshacerme pronto, porque estaba acabando con mi cordura. Lo hizo una, y otra, y otra vez; no sé si eran cosas mías, pero cada vez lo sentía más duro y listo para mí, y estaba sintiéndome un poco harta de ir a su ritmo.

   Sin embargo, antes de que pudiese quejarme, él aparta la parte superior del bikini fuera de mis senos; con sus manos, los mueve hacia el centro de mi pecho, y le da un beso a cada uno.

   —Son lindísimos —dice, mirándolos como un león a un pedazo de carne.

   Sonreí, pero no tuve tiempo de abrir mi boca para nada más que para soltar suaves jadeos y gemidos, porque cuando Raph comenzó a pellizcar con su pulgar e índice aquella zona sensible, comencé a perderme a mí misma en serio.

   A ver, no era como si no me hubiesen hecho muchas cosas antes, y puedo atribuir mi gran excitación a la buena química sexual que había entre él y yo, pero no recordaba sentirme tan húmeda y acalorada con tan sólo un par de besos y ligero juego previo. La boca experta de Raph, parecía lamer, besar y succionar de la manera correcta en los lugares correctos. Incliné mi cabeza hacia atrás y encorvé un poco mi espalda, repleta de placer.

   Un quejido de frustración salió fuera de mi boca ante la ausencia de la suya en mis pechos, pero no duró demasiado. Sentí la punta de su nariz recorrer mi torso, mientras sus labios dejaban suaves besos húmedos sobre mi piel caliente. Mantuve mi mano en su cabello todo el tiempo, precisamente porque no quería que cambiase el curso de su trayecto hasta donde más necesitaba de su boca.

   Estaba tan ansiosa por sentirlo, que yo misma usé mi mano libre para tirar de la cuerdita del bikini y deshacerme de la prenda. Él me detiene inmediatamente, mirándome desde su posición con los ojos entrecerrados y una sonrisa peligrosa.

   —No quieras estar haciendo mi trabajo —advierte.

   —Entonces apúrate —le digo entre jadeos —. Estás matándome, Raph.

   —¿Ah, sí? —inquirió coqueto. Acto seguido, dejó un beso en la humedad de mi entrepierna, precisamente sobre la zona más sensible —. No me apures, o seré aún más lento.

   Me callé la boca inmediatamente.

   —Así me gusta —expresó complacido.

   A su ritmo, dejó otro par de besos sobre la tela del bikini, deshaciendo los nudos a los costados con una delicadeza cautelosa. Casi vi el cielo cuando, finalmente, aparta la tela con sus dedos. El fantasmal roce de su piel contra mi humedad me estremeció completamente; intenté disimularlo, pero supe que se había dado cuenta por la sonrisa que forjó en su rostro. Ya no me importaba, nada más quería averiguar si era tan bueno en esto como era en lo otro.

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