1. No leas y firma, Riley.

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   Me levanté de un sobresalto al escuchar el ruidoso sonido de la alarma de mi celular.

   No entendía por qué siempre me asustaba, teniendo en cuenta de que usaba la misma desde hace años, pero siempre lograba espantarme y provocarme una taquicardia por varios minutos. Estiré mi brazo sobre la cama hasta alcanzar mi móvil del otro lado, y apagué el chillido.

   Me levanté con pereza, bostezando en el proceso a la vez que buscaba mis pantuflas y caminaba como un zombie hasta el cuarto de baño. Estaba lejos de ser una persona mañanera. Cualquier cosa que involucrase levantarme antes de las diez de la mañana para mí representaba una tortura, pero eran sacrificios que tenía que aceptar para hacer frente a la vida que escogí tener. 

   No me arrepentía. No demasiado.

   Misma rutina. Cepillé mis dientes, tomé una ducha tibia y mojé mi cabello porque sabía que en cualquier momento llegaría Trev a hacerse cargo de mí. No es como si yo no supiese hacerlo por mi cuenta, pero él era increíble con todo lo que hacía. Y hoy era algo así como un día importante.

   Debía firmar un contrato para salir con uno de los Williams por quién sabe cuánto tiempo sin que importase demasiado si yo estaba de acuerdo o no.

   Vaya manera. No me quejaba de los métodos publicitarios de Nigel porque, a decir verdad, el idiota siempre tenía razón y lograba hacer que funcionara. A pesar de que no me molestaría demasiado besarme en público con cualquiera de los tres hermanos, me molestaba el simple hecho de que mi opinión valiera mierda ante Nigel, porque él siempre dice "hay que estar dispuestos a ciertos sacrificios para subir a la fama". Bueno, mientras no me obligue a hacer literalmente un sacrificio humano, supongo que puedo vivir con eso.

   Revisé un poco mis redes y respondí comentarios de cuentas verificadas que me elogiaban con mensajes bonitos. Caminé a la cocina aún con mi bata de baño puesta y corté fruta variada para ponerlas en un lindo cuenco de cristal; agregué un poco de yogur y granola, y tomé una fotografía junto a la ventana abierta de mi apartamento para desear buenos días a mis seguidores.

   Guardé eso en la nevera y me hice un sandwich de queso y jamón.

   Ya, no es que no me gustara, pero preferí tenerlo para luego porque me apetecía algo más cargado de calorías. Me serví un buen jugo de naranja y permanecí sentada todo un rato revisando las tendencias nuevas en línea para recordar hacerlas más tarde. Si es que la reunión no llevaba todo el día.

   Hoy era lunes, y casi siempre los tenía libres porque pocos eventos en la ciudad eran celebrados a principio de semana, al menos no a los que yo tuviese que acudir. Es por eso que las reuniones importantes siempre eran agendadas para esos días, quitándome la libertad de relajarme alguna vez.

   Mis pensamientos se ven alterados por un portazo en la puerta y un escándalo justo después.

   —¡¿Pero por qué nunca me enseñaste al bombón que te vas a follar?!

   Ruedo los ojos.

   —Buenos días para ti también, Trev. 

   Trevor suelta su valija de maquillaje sobre la mesa y me ve con los ojos abiertos a la espera de una explicación.

   —¿Qué? —fruncí el ceño —. No sé cuál de ellos es.

   —¡¿Y eso es relevante?! —grita —. A los tres les doy y no consejos. ¿Crees que a alguno de ellos les guste los chicos?

   —Pues, no lo sé —me encojo de hombros, terminando mi desayuno —. Si saldrán con chicas por publicidad, lo dudo.

   —Se vale soñar.

El ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora