~(Capitulo 11)~

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-Varios días después-

Esperar respuestas positivas de parte del director se había vuelto en una esperanza casi a punto de agotarse.

Harry despertaba cada día creyendo que la señora Weasley le haría llegar una carta de Dumbledore donde se le informaría de la liberación de Sirius.

Pero nada...

Ya habían pasado cerca de siete días, nada había empeorado alrededor, los Weasley no parecían extrañar a la mascota rata que hubiera sido propiedad de Ron y ya se hablaba de una nueva mascota que seria enviada por Bill, el hijo mayor de la familia.

Eso llenaba de emoción a Ron, el cual se imaginaba una exótica lechuza egipcia, o algún reptil enorme.
Pero la idea de un insecto le aterraba, Fred le hablaba mucho de escarabajos azules carnívoros que devoraban la carne de sus dueños, eso ocasionaba que Ron prefiera dormir con la luz encendida después de revisar cada rincón de su casa.

~•~
Una tarde muy relajada, después de almorzar una doble porción del delicioso estofado que había preparado Molly, Harry decidió salir de la casa para pasar el rato junto con los gemelos, solo estarían a unos pocos metros por lo cual no habría peligro, los tres querían practicar el quiddich.
El cual era un deporte mágico nada nuevo para el y lo disfrutaría para dejar de pensar en el encierro de Sirius. 

Fred le entrego a Harry una vieja escoba mágica, la cual se encontraba muy astillada.

-Si tienes dudas...-quiso explicarle el gemelo.

-Estuve leyendo-le dijo Harry mientras sujetaba la escoba-. Se de que trata, no es muy difícil... Según recuerdo.

Fred sonrió y lo dejo volar, pero George dudo un poco. Si Harry caía de una altura peligrosa el castigo que tendrían seria tan prolongado que verían la luz del sol a fin de año.

-Solo procura no caer de cabeza-hablo George en voz alta para que el azabache lo escuchara mientras volaba. Había llegado mas alto que la casa-. Si caes es mejor de espaldas... -miro a su hermano-. ¿O eso es peor?

-Caer es caer. De cabeza... De espalda... Igual va a caer-le comentó encogiendo despreocupado los hombros.

El azabache volaba con una sonrisa en el rostro, extrañaba esa sensación de libertad.
En la altura que se encontraba podía visualizar toda la  madriguera, las colinas y los gnomos que cambian de casa por haber sido echados.

-¡HARRY!

Aquel grito lo hizo detenerse y con la respiración agitada dirigió su mirada hacia abajo. La señora Weasley se encontraba mirándolo con los brazos en la cintura, parecía preocupada, ansiosa y algo molesta.

Harry dejo de volar y bajo de manera muy lenta para evitar preocuparla mas de lo debido, puso la escoba en el pasto y se dirigió a ella.
En ese momento no pudo evitar asombrarse de la ausencia de los gemelos.  Se habían esfumado, no se encontraban en ningún lado.

-Harry-hablo Molly-. ¿Que hacías volando?

-Yo... Aprendí a volar. Fue fácil...-miro hacia la ventana de la casa y pudo ver dos figuras detrás de la cortina color mostaza, eran Fred y George-... Nadie me enseño, decidí hacerlo por mi cuenta-dijo rápido para quitarles responsabilidad a los gemelos.

A Molly le costo aceptar esa idea, pero al final lo hizo, bajo sus brazos de la cintura y con la mano izquierda acaricio el cabello de Harry.

-El director mando un mensaje, quiere que vayas a Hogwarts-le informó Molly-. Yo no se cual sera el motivo, pero confió en ti ¿Quieres ir solo o que alguien te acompañe?

-De seguro debe ser para contarme sobre mis tíos... Es un tema aun sin solución-le dijo Harry algo contento, si el director quería hablar con el sería para darles buenas noticias, tal vez sobre la situación de Sirius.

-¿Entonces puedes solo, cielo?

-Si, estoy seguro que sera una conversación de unas horas y regreso.

Molly asintió calmada.

~•~

No le tomó mas de dos días a Molly para que se diera cuenta de que no había sido la decisión correcta, término arrepintiéndose de haber mandado a Harry hacia Hogwarts.
El azabache no había vuelto, no se sabia nada de el, no habían recibido  mensaje ni alguna carta.

Una noche, la angustia la derrotó, Molly se levantó de la cama y decidió ir a Hogwarts sin dar previo aviso.
Necesitaba comprobar que Harry estaba en el castillo y no en casa de sus tíos muggles.

Pero llegar al castillo le fue sumamente complicado y agotador, como no podía usar polvos flu debido a que su chimenea no conectaba con la del director o algún profesor, sus opciones eran limitados, tampoco podía  aparecerse dentro de los terrenos, lo único que le quedaba en ese momento era enviar una carta al caldero chorreante, advirtiendo que utilizaría la vieja chimenea del bar para estar en Hogsmeade.
El dueño del bar se negó a la primera petición pero después de dos vociferadores contundentes de Molly, acepto.

Una vez cerca del castillo, a la señora Weasley solo le quedaba caminar lo mas rápido posible, el clima no parecía estar a su favor, hacia frío y se lamentaba de no haber llevado con ella un abrigo.

Al lograr llegar hacia la gran puerta del castillo, se percato de que esta estaba cerrada. No había forma de avisar a algún profesor y no quería tocar porque sabría que no le abrirían.

Entonces dirigió su mirada hacia la cabaña de Hagrid, el mas que nadie podía ayudarla en ese momento y ofrecerle un lugar cálido. 

Camino hacia la cabaña, a paso firme se rigió a hablar con el semi gigante. Cuando estaba a una distancia corta de veinte metros, se detuvo y quedo lívida, había un hombre parado afuera de la cabaña, tenía un cigarrillo en la mano y su aspecto era insano, muy delgado y hasta se podría decir que enfermo y maltratado.

Molly ahogo un grito cuando el hombro dirigió su mirada hacia ella. Le fue fácil reconocerlo, aquel hombre era Sirius Black, el criminal de Azkaban.

La preocupación se apodero del corazón de Molly, el sólo ver a Black hacia que su mente se llenara de horrorosas imágenes... Harry ahogado en el lago, Harry enterrado en los terrenos, Harry en el bosque prohibido... Solo, ensangrentado y al borde de la muerte.

Hubiera querido sacar su varita y atacarlo, pero lo que decidió hacer fue darse media vuelta y echarse a correr hacia el castillo, iría en busca de Dumbledore y le ordenaría llamar a los aurores.

Toco... Toco.. Toco con fuerza aquella puerta principal.
Grito hasta quedarse sin voz.
Siguió tocando. Golpeando aquella enorme puerta y finalmente...

Ni el gruñón rostro del celador la detuvo, lo hizo con fuerza a un lado y con velocidad se echo a correr hacia el despacho del director.

Por lo menos la suerte estaba de su lado, el director no había cambiado aun su contraseña “Peñizco dulce”

Al subir por la gárgola nunca imagino que solo ella estaría alterada, lo que vio en el despacho la sorprendió tanto que pensó que estaba aun durmiendo y todo era una simple y ordinaria pesadilla. Dumbledore no se encontraba solo, estaba sentado frente al  ministro de magia, ambos bebiendo café de manera muy tranquila, solo habían dejado sus tazas para tener expresiones de curiosidad ante la presencia de Molly.

Segunda Oportunidad-HPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora