•Amellie Black Lestrange•
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-Eres una chica tan etérea,Black- susurró el pelirrojo para acomodar su cabello -,me vuelves loco-
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Todos los derechos de los personajes pertenecen a J.K. Rowling, excepto algunos añadidos por mi.
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Después de ayudar a Remus a hacer el almuerzo, Amellie fue a su habitación, habían llegado tres cartas, dos con el mismo sobre.
"Querida Amellie:
Ni siquiera pude darte tu regalo... por favor ven a casa cuanto antes, creo que tenemos que seguir hablando nosotros dos, solos... Sin nadie que se entrometa en nuestra conversación. Te quiero, Larissa.
–Lestrange."
"Amellie:
Lamento haberte golpeado aquella noche, perdí mis estribos, pero entiéndeme, Amellie, no puedes decir eso delante de mi padre y mi hermano. Fue muy feo por tu parte decir todo eso, pero lamento haberte golpeado, me pasé. Te quiero, hija.
–Marinette Lestrange de Malfoy."
"Larissa:
Te espero a las 21.h en mi piso, espero estés bien y no te haya causado problema el último día que nos vimos.
–M.Y."
Se mordió el labio inferior al leer la carta de su abuelo. Hoy iría a casa de Marcus, y mañana iría a la mansión Lestrange, quería ir antes de que el año nuevo empezara, para sacarse eso de encima.
Ya llegadas las 20.30, le excusó a Sirius que iría a casa de Tonks y se encaminó hacia el piso de Marcus en el Londres Muggle, no quedaba lejos de Grimmauld Place.
Tocó la puerta, y en cuestión de 30 segundos, Marcus abrió.
—Pasa.
Amellie entró, mientras el Yaxley dejaba un beso en su mejilla.
—¿Cómo estás?— preguntó el chico después se cerrar la puerta, adentrándose en la casa con su ex novia.
—Bien...— lo miró —¿Y tú? ¿Volviste a pelear con tu papá?
Marcus negó con la cabeza.
—No lo he vuelto a ver...
Amellie asintió.
—¿Y tú volviste a ver a Marinette?— el azabache se sentó, dejando sitio para que ella se sentara a su lado, y lo hizo.
—No...— dejó su bolso a un lado —tampoco quiero hacerlo, en realidad.
Marcus llevó su mano hasta la rodilla de la Black.
—Todo esto es una mierda, Larissa— musitó —Nuestras familias solo nos hacen...mal.
—Lo sé...— lo miró apenada —pero todo cambiará, te lo prometo...
El chico se acercó, posando la mano en su mandíbula.
