Etérea || Fred Weasley smutfic | +18 ||

24: Padre biológico

Amellie y Fred llegaron a San Mungo, caminando hacia los tres hombres allí presentes.

—Iré a decirle a Isaac que vaya a darse una ducha a casa— Amellie le habló a Fred. El pelirrojo asintió, y ella caminó hacia el rubio que estaba sentado en la silla con los ojos cerrados y los brazos cruzados —Isaac.

Rápidamente abrió los ojos y se incorporó.
—¿Qué? ¿Ya se sabe algo?

—No...— negó con la cabeza —Ve a darte una ducha, yo me quedaré aquí.

—¿Seguro?

—Sí— soltó una pequeña risa —, tú también hueles que apestas— bromeó sacándole una risa al Goldstein.

—Idiota...— murmuró y se levantó. Se despidió de todos y fue a su casa para asearse mientras los demás esperaban allí.

—Gracias por quedaos— Amellie agradeció con una pequeña sonrisa.

George se acercó para sentarse al lado de la chica.
–¿Cómo estás?— preguntó, posando la mano en su rodilla.

—Bien, George— tocó su mano en señal de agradecimiento —, gracias.

George asintió, y al ver la mala mirada de su hermano, quitó la mano de su rodilla y tosió. Fred se acercó a ambos y se sentó al lado de Amellie, dejándola en medio de ambos. El ambiente algo tenso, al menos para ambos Weasley, porque Amellie se sentía agusto. 

La azabache soltó un pequeño suspiro y descansó su cabeza en el hombro del pelirrojo de su derecha. Fred sonrió al ver como la chica enrollaba la mano en su brazo.

Después de un rato, Amellie logró dormir unos 45 minutos. Isaac había llegado pronto, y el sanador que había atendido a Marcus llegó 10 minutos después que el Goldstein. Enseguida despertaron a Amellie y ella se levantó del asiento para ver que decía el doctor.

El hombre dijo que estaba estable, le había arreglado todo en esas siete horas, pero le quedaría la marca de la nariz y el abdomen. Dijo que ya podían pasar a verlo así que Amellie e Isaac decidieron entrar a la habitación mientras los tres hombres esperaban fuera.

—Hola— Amellie junto al rubio entraron a la habitación, viendo a Marcus sentado en la camilla —, ¿cómo estás?— se acercaron hasta quedar uno a cada lado.

—Estoy bien— Marcus agarró la mano de la azabache —... muchas gracias, a ambos— miró a su amigo —, sin ustedes yo no estaría aquí.

—Tu padre ya está en Azkaban— dijo Isaac.

—No es mi padre.

El rubio frunció el ceño y ella apretó su mano.

—¿Cómo dices?— preguntó el mayor.

—Lo que oíste, Isaac— acarició la mano de la chica y ella sonrió levemente —, ¿cómo están ustedes? ¿alguien les hizo algo?

—Me parece que los dejaré solos— el ojiazul puso una mueca de asco y luego comenzó a hacer gestos besos con sus manos.