•Amellie Black Lestrange•
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-Eres una chica tan etérea,Black- susurró el pelirrojo para acomodar su cabello -,me vuelves loco-
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Todos los derechos de los personajes pertenecen a J.K. Rowling, excepto algunos añadidos por mi.
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Después de año nuevo, todo fue un caos para la Black. Luego de la conversación que tuvo con Fred, ella lo evitaba todo el tiempo. El Weasley había ido varias veces a verla con la excusa de ayudarla en sus tareas pero cuando él iba, ella ya se había ido.
Días antes del 31 de Diciembre, Amellie fue a la mansión Lestrange. Su abuelo le dio su...¿regalo? Más bien, regalos, en plural.
No le bastó con darle 10 mil galeones, si no que le regaló todas las diademas de su difunta abuela, pero, el más preciado de regalo era el vestido de bodas de su abuela; también usado por su madre.
A Amellie aquel vestido le parecía horroroso. Era blanco, con encajes de tulipanes en él, ¿tulipanes?, ¿en serio?
La mañana del 3 de enero, Amellie salió de la casa Black hacia las calles muggles. Con ropa de deporte, comenzó a correr despacio, como comenzó a hacer desde el día 30 de Diciembre.
Mientras trotaba, una voz masculina sonaba detrás suya.
—¡Amellie, cielo, espera!
Siguió corriendo aún más rápido hasta lograr meterse en un callejón, cuando se adentró, logró darse cuenta de que no tenía salida.
Era el mismo que cuando le pegó aquella golpiza a Fred.
Suspiró, y cuando fue darse la vuelta, aquel hombre ya estaba allí.
—¿Desde cuando corres tan rápido?
La chica apoyó las manos en sus rodillas, curvándose un poco para recuperar el aliento.
—¿Por qué corrías?— preguntó el castaño.
—Los muggles los hacen— respondió con simpleza.
—Tú no eres muggle— se carcajeó Remus.
—¿Qué tiene? Seguro que sería una buena muggle— lo miró, soltando una carcajada al verlo con ropa de deporte —¿Qué haces así vestido?
—Quería acompañarte a correr...
—Que cute, Moony.
—No te burles— advirtió con un rostro serio —Fred está en casa.
—Por eso vine.
—¿Por qué lo evitas?— preguntó el hombre lobo, con algo de curiosidad —Creía que os llevabais bien.
—Nos llevamos bien— trago saliva, ya recuperando su normal respiración.
—¿Entonces?— volvió a preguntar —¿Por qué siempre que viene a casa tú te vas?
—Porque estoy muy ocupada.
—¿Ocupada corriendo como los muggles?
—Ya basta, tío Remus— pidió —No quiero hablar de Fred— suspiró —, ¿quieres que vayamos a desayunar?
