FORTUNA O MALDICIÓN

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La miré sonreír maliciosamente ante mi afirmación, se mordió el labio inferior y me dieron ganas de tomarla a mi manera: sin miramientos, tan frenéticamente que no tuviese tiempo ni de recordar que debía resollar para seguir existiendo. O mejor dicho, tan frenéticamente como para que sentirme fuese única y exclusivamente la razón para seguir respirando.

Ya lo sé, ahora suena patéticamente egoísta, pero en ese momento créanme que los escrúpulos no me valieron ni un mísero centavo. Todo lo que deseaba estaba ahí, desnuda frente a mí atisbándome con los ojos repletos de anhelo, de ansias y de antelación, así que los valores no pintaban nada.

Era la efigie más sensual que había visto nunca y cabe señalar que no estoy desacreditando a Sofía; no obstante, Audrey había logrado en tan poquísimo tiempo ayudarme a reconocer emociones que nunca pensé que existieran, sentimientos que con la chica a la que tanto había amado en el pasado ni siquiera había imaginado. Me hizo padecer de un escalofrío que me recorrió completo hasta acabar perdiéndose en mi centro, ahí donde los apetitos que esa mujer despertaba se concentraron enardecidos, desbocados. Ahí, precisamente en una de las dos partes de mi organismo que la precisaban loca y desmesuradamente.

Se movió de a poco bajando de mi regazo con sumo cuidado y yo, con la ansiedad desplomándome la poca paciencia que me caracterizaba, pasé saliva excitado con la temperatura ascendiendo ignífuga en tanto recorría mi torrente calentándome, incitando los bajos instintos que estaban a nada de sobrepasarme. Pero los signos de alerta se encendieron al transfigurar su semblante en uno de dolor al soportar su peso con el tobillo lastimado y la observé atraído por la preocupación; sin embargo, un ápice de rogativa fue lanzado por sus gemas ambarinas desarmándome, subyugándome.

¿Cómo lo hacía?

Joder, en realidad ni yo lo entendía, únicamente pasaba y eso me acojonaba pese a que me juraba y perjuraba que lo nuestro no trascendería; lo que ya estaba sucediendo por muy abrupto que eso aparentara ser.

Asentí casi sin meditarlo animándola a proseguir, y bendita la hora en que lo hice, porque la sensación más exquisita me envolvió así como sus labios lo hicieron con la erección palpitante que llevaba un buen rato rogando por ese placer que solo la pelirroja era capaz de proporcionarme.

Su lengua emprendió un lento subir y bajar mientras su mano derecha tomaba la base persiguiendo a sus labios cuando lo metía y sacaba friccionando, succionando una y otra vez acercándome al límite, a ese punto en el que para cualquier ser humano significa una rotunda odisea el echarse atrás. Y es que no hay nada mejor que eso, no hay nada mejor que sentir que el alma se te escapa, que el alma sale a dar un paseo que dura segundos pero que al regresar, lo hace con un algo que te inunda de plenitud, de sosiego. Algo que te rejuvenece, que te emociona y alegra tanto o más que una dosis doble de adrenalina.

"El poder de la pasión" (E. I. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora