— ¿Qué es lo que extrañas más de Luisiana? —Me preguntó Corine, escogiendo los ingredientes para preparar la comida.
Verla ir y venir de una alacena a otra me pareció sumamente gracioso. Era como contemplarla cazar, solo que en lugar de presas vivas, se trataba de latas de champiñones, puré de tomates y un par de paquetes de pasta especial para lasagna.
Tal y como le había dicho a Shaun, necesitaba ocuparme en algo, mantener mi mente entretenida para no seguir pensando en cosas que realmente me causaban daño: como la llegada de Sofía y las desavenencias con Chase, cuyos cambios tan drásticos de ánimo y de opinión me causaban mucha más confusión de la que ya tenía. Luego estaba el hecho de haberse quedado con ella hasta altas horas de la madrugada, en la cocina y a solas, lo que me llevaba a pensar en una muy probable reconciliación y la sangre me empezaba a hervir por todo el cuerpo.
Precisaba un poco de paz, tranquilizar mis emociones, pues tantos altibajos en tan escasos días no eran normales. Mucho menos si esos altibajos emocionales no eran precisamente por mi novio, sino por su hermano mayor.
—Bueno... —hice una pausa, reflexionando convenientemente la respuesta que le daría —extraño muchas cosas. Extraño la gente, los amigos, las parrilladas con los vecinos después de la iglesia los domingos —suspiré —... Pero sobre todo, extraño a mamá.
La hija de Anoki me sonrió entregándome una budinera de acero con la cantidad de agua exacta para hidratar la pasta, recipiente que puse a hervir sobre la estufa a fuego medio, agregándole un par de hojas de laurel y una pizca de sal.
—Háblame de ella —pidió y no me fue difícil soltarme con la descripción exacta de la mujer que me diera el ser.
Corine abrió los ojos, estupefacta ante los rasgos psicológicos de mi madre.
¿Pero quién no lo hubiese hecho al saber cómo era la señora Nollan?
— ¿Me estás hablando en serio? —formuló incrédula y al oír cómo me tuteaba entré en modo relax, como si fuésemos amigas de toda la vida.
—Así como lo oyes —declaré, encargándome de la tabla para picar verdura y de un cuchillo.
Le había prometido colaborar en la preparación de los alimentos y convenimos repartirnos los deberes: ella el plato fuerte y yo el resto.
— Mamá cree que es mucho más viable unir tu vida a alguien lo bastante pudiente como para que te brinde seguridad económica. Para ella el amor llega con el tiempo, como el aderezo, el ingrediente final de una ensalada —sentencié elevando mi mano izquierda, con la que sostenía firme algunas hojas de lechuga y las hacía agitar, disponiéndome a rebanar vegetales.
YOU ARE READING
"El poder de la pasión" (E. I. 1)
Romance"Se habla sin cesar contra las pasiones. Se les considera la fuente de todo mal humano, pero se olvida que también lo son de todo placer". Desde que tuvo uso de razón, Audrey Nollan tuvo un lema: "Seguridad es igual a felicidad", lema que se afianzó...