—Idiota. ¿Pero qué mierdas traes en la cabeza? —Escuché decir a Chase, mientras atravesaba dubitativo el comedor y la estancia sin prestar demasiada atención a su entorno y sin darse por enterado de que estaba escuchándolo pensar en voz alta, parada al final de las escaleras donde había permanecido el tiempo suficiente, como para ver llegar a Lucas de los establos y preguntarle en dónde es que estaba Shaun, antes de que entrara a su despacho aclarándome que él se hallaba tan ignorante como yo sobre el paradero de su hijo.
Tenía la vista clavada en el piso y se rascaba la barbilla, aparentemente intrigado.
Carraspeé con el afán de abstraerlo del monólogo interno, pues estaba segura de que si no lo hacía, era capaz de pasar de lado ignorando mi presencia y a decir verdad, luego de lo ocurrido aquella madrugada, uno de mis miedos más intolerables residía en la pérdida de su interés.
Recuerdo que al despertar, me encontraba sola en la cama. La decepción me inundó de pronto al tantear con mi mano su sitio vacío sobre el colchón, pero después de cavilarlo por unos segundos, me convencí de que siquiera sopesar la idea de que pasara la noche en mi habitación suponía un peligro absoluto para ambos. Además de eso, dormir abrazados, aunque fuese una de mis tantas fantasías, no formaba parte de ese trato cuyo plazo estaba cada vez más cerca de llegar.
Tenía que actuar como si nada pasara. Tenía que simular seguir indiferente al hermano mayor de mi prometido, por lo menos delante de aquellos que pudiesen sospechar de lo que nos traíamos entre manos. Así que posteriormente de darme una ducha y arreglarme, hice lo que me había acostumbrado a hacer cada día desde que llegásemos al Rancho Messer: Ir a saludar a mi novio a quien sobra decir, no encontré en su habitación.
—Buenas tardes —dije con la mirada entornada y casi en un susurro, sonriendo introvertidamente.
Frenó en seco a unos metros de distancia y se quedó en silencio, como si lo que tenía frente a él fuera de otro mundo y suficiente para cortarle el habla.
—Buenas tardes. ¿Y Shaun? —formuló, finalmente.
—Ah... —titubeé — No lo sé. No lo veo desde anoche. Creí que estaba con ustedes en las caballerizas, pero tu padre dijo que solo estuvo un rato y después vino hacia acá.
—Qué extraño —musitó, desconcertado —. Voy a ver si está en su cuarto.
Me sorprendió a sobremanera lo ágil que podía ser bajo un interés monumental, como el que el de ojos grises me inspiraba. El tiempo en su compañía para mí resultaba relativamente corto y, la mera acción de saberlo yéndose a otro sitio en donde no podría advertirlo como lo hacía o disfrutar de su cercanía, revolucionó mis instintos acentuando también la velocidad de mis reflejos, que actuaron interrumpiendo su cinética al amago de subir los peldaños con rumbo a la recámara de Shaun.
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"El poder de la pasión" (E. I. 1)
Romance"Se habla sin cesar contra las pasiones. Se les considera la fuente de todo mal humano, pero se olvida que también lo son de todo placer". Desde que tuvo uso de razón, Audrey Nollan tuvo un lema: "Seguridad es igual a felicidad", lema que se afianzó...