Salí de la ducha lo más rápido que pude, preguntándome, cómo era posible que Esther hubiese escogido el peor día del año para hacerme rabiar. Nuestro hermano acababa de llegar; sin embargo, eso le importó una mierda y prefirió dejarlo de lado con tal de llevarme la contraria.
Muchas fueron las veces que habíamos reñido por culpa del hijo de puta de Brook Stanton. Muchas fueron las ocasiones que le hube advertido que ese imbécil no tenía ninguna buena intención con ella. Y, ¿qué me había ganado?
Nada bueno.
Ni un "gracias, hermano, por tu preocupación". Al contrario, sus reacciones eran un repugnante: "¡Vete al diablo, Chase!" O un florido: "¡Deja de meterte en mis jodidos asuntos!" que me hacían cuestionarme sobre quién se había encargado de su educación. Luego, recordaba que su vocabulario se asemejaba demasiado al mío como para criticar.
Aunque no niego que otras tantas veces su originalidad me descolocaba. Esos "¡Que te den por detrás!" le salían muy bien, a mí no se me habrían ocurrido. No obstante, sus rabietas no significaban impedimento para que yo continuara con el dedo en el renglón.
¡Por Dios, era de mi hermanita de la quien se trataba!
Y nadie me arrancaba de la cabeza que el idiota de Stanton buscaba joderme por medio de ella desde una noche en la que, desde el pórtico, lo vi besarla lascivamente antes de que bajara de su camioneta.
Me dieron ganas de arrancarle los dientes con pinzas y sus sucios dactilares —que estaban sobre ella— con una sierra eléctrica. Mas de no haber sido por mi padre, que me observaba por la ventana de su recamara como un halcón al acecho de un roedor, habría hecho uso del arma que tenía pendiendo de mi mano temblorosa. Mi rifle.
Liberé dos balas al aire con el cañón hacia el cielo.
Mejor eso que nada, ¿no?
Un tiro en la cabeza habría sido perfecto y contundente, pero había un pequeño detalle que no podía omitir: no era un asesino.
Aunque obligarlo a salir y volarle las bolas tampoco sonaba tan mal.
Las sierras eléctricas y las pinzas me quedaban muy lejos —en el granero— como para correr en su búsqueda. En la práctica de la cacería no se debe descuidar a las presas, porque si eso pasa, estas huyen sin avisar.
Era un secreto a voces que la convivencia de los Stanton y los Messer figuraba de dientes para afuera. Se trataba de dos de los ranchos ganaderos más prósperos en todo Montana, incluso nuestro Rancho era mucho mejor conocido por la calidad de los equinos, las reses y, en últimas fechas, también el tequila importado que con ayuda de la tequilera de los Robles —en México—, nos habíamos encargado de dar a conocer en todo el norte de los Estados Unidos.
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"El poder de la pasión" (E. I. 1)
Romance"Se habla sin cesar contra las pasiones. Se les considera la fuente de todo mal humano, pero se olvida que también lo son de todo placer". Desde que tuvo uso de razón, Audrey Nollan tuvo un lema: "Seguridad es igual a felicidad", lema que se afianzó...